Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas
"Mario J. Buschiazzo"
Volumen 54 - Número 2 - Julio / Diciembre 2024
Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.
Universidad de Buenos Aires.
EVENTOS
Pensar una revista. Algunas consideraciones sobre Anales del IAA en su 75 aniversario
To think about a journal. Some considerations on Anales del IAA on its 75th anniversary
Carla Guillermina García *
https://orcid.org/0000-0002-1908-2064
* Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio (CIAP-UNSAM-CONICET). Universidad Nacional de San Martín. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Perú 358. Ciudad de Buenos Aires. Argentina. Correo electrónico: cgarcia@unsam.edu.ar
Doctora en Historia y Teoría del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), Licenciada y Profesora en Artes por la misma institución. Investigadora en el Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio de la Universidad Nacional de San Martín (CIAP-UNSAM-CONICET). Posee una beca posdoctoral de la fundación Carl & Marilynn Thoma con un proyecto sobre historiografía del arte en Bolivia. Se desempeña como ayudante de cátedra regular en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y como profesora adjunta interina en la Escuela de Arte y Patrimonio (UNSAM).
Este artículo retoma las principales líneas de mi intervención en la mesa homenaje “75 años de la revista Anales del IAA: miradas retrospectivas en su devenir histórico (1948-2023)”, celebrada el 29 de septiembre de 2023.
RECIBIDO: 18 de octubre de 2024.
ACEPTADO: 28 de octubre de 2024.
RESUMEN
Con motivo del 75 aniversario de la revista Anales del IAA y en el marco de la mesa homenaje celebrada en septiembre de 2023, este artículo propone algunas reflexiones sobre el desarrollo de esta publicación y su centralidad en la propuesta institucional de Mario Buschiazzo entre 1948 y 1971. Como objetivo general, el texto piensa el proyecto editorial dentro del esquema canónico de las disciplinas humanísticas en la Universidad de Buenos Aires, así como su valorización por parte de la historia de la historiografía. También se enfatiza su capacidad de promover aportes decisivos en el área de los estudios americanistas y de constituir un espacio de referencia para comprender el desarrollo de biografías profesionales desde la segunda mitad del siglo XX.
Palabras clave: Mario Buschiazzo; Arte Hispanoamericano; revistas culturales; Universidad.
Referencias espaciales y temporales: Buenos Aires; Argentina; 1948-1971; siglo XX.
ABSTRACT
On the occasion of the 75th anniversary of the journal Anales del IAA and in the framework of the tribute panel held in September 2023, this article offers some reflections on the development of this publication and its centrality in the institutional proposal of Mario Buschiazzo between 1948 and 1971. As a general objective, the text considers the editorial project within the canonical framework of the humanities disciplines at the University of Buenos Aires, as well.
Key words: Mario Buschiazzo; Hispano-American Art; cultural magazines; University.
Space and time references: Buenos Aires; Argentina; 1948-1971; XXth Century.
Introducción
La revista Anales, conocida actualmente como Anales del IAA, pero denominada Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas desde su primer número en 1948, es una publicación de referencia para todos los que nos dedicamos al estudio del arte, la arquitectura y la cultura de América Latina. Desde sus orígenes, expresó un giro editorial decisivo para la transmisión de métodos e ideas relativos al estudio del pasado artístico, y marcó un antes y un después en el área de investigación: para los arquitectos que comenzaban a incursionar en la escritura histórica como un hacer profesional, y para los historiadores del arte que no contaban con espacios de educación formal en la universidad y ponían a prueba sus conocimientos adquiridos en historia y bellas artes.
Ubicada con frecuencia en una etapa conservadora y documentalista de nuestra historiografía, como plantearon en las páginas de la propia revista Damián Bayón (1970) y José Xavier Martini (1971), Anales excedió ampliamente esas etiquetas como materialización de un proyecto metodológico. En primer lugar, funcionó como un centro de reunión, que atrajo a un conjunto de especialistas diseminados por Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Segundo, fue un espacio de producción efervescente de saberes y de proyectos académicos. Como publicación nacida en el ámbito oficial pero sujeta a recursos económicos limitados, constituyó una experiencia precursora que superó su capacidad de mantener una aparición regular y se extendió a otros formatos de impacto inmediato en el continente. En ese marco, la presentación de nuevos objetos de estudio, la crítica bibliográfica, la reproducción de fotografías, planos y fuentes escritas, las traducciones y los intercambios sostenidos entre especialistas que tuvieron lugar en los sucesivos números, la ubican muy lejos de esa imagen tradicionalista con la que suele asociarse.
Es muy difícil separar a la revista del Instituto (IAA), creado en 1946, pero es importante discernir entre las particularidades de cada espacio. Anales funcionó como un proyecto autónomo respecto de la dinámica estructura científica, curricular y pedagógica del IAA en sus primeros 23 años de existencia, aunque haya plasmado un interés que surgía de Mario J. Buschiazzo en su doble rol de director (quien también era profesor titular de las materias de Historia de la Arquitectura que componían el esquema de investigación dentro de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo -FAU- creada en 1947). En lo que se entiende como el periodo histórico de la revista, ligado a los números aparecidos entre 1948 y 1971, el IAA atravesó por cambios muy significativos en la estructura de sus cátedras y en el afianzamiento de nuevos temas de investigación, como la arquitectura argentina del siglo XIX, las estancias y la arquitectura moderna. Todos estos cambios fundamentales apuntalaron la praxis del trabajo de campo, motivaron la incorporación de nuevos especialistas arquitectos y afianzaron vínculos con organismos científicos como el CONICET, aunque no tuvieron un efecto directo en la revista. Por el contrario, Anales se mantuvo como puesta en página de un programa dedicado a la consolidación de los estudios de arte hispanoamericano, al margen, salvo algunas excepciones, de la renovación conceptual que atravesaba el IAA.1
¿Cuáles fueron, entonces, los motivos concretos para mantener a esta publicación como baluarte de una especialización temática en medio de los cambios profundos ocurridos en el IAA? Hay dos cuestiones para tener en cuenta. Por un lado, Anales fue la primera elaboración de un discurso científico en la conformación del IAA como espacio académico y abrió una línea de renovación bibliográfica anunciada con Bibliografía de Arte Colonial Argentino (Buschiazzo, 1947). Esta disposición no constituía un proyecto aislado, se ligaba a una genealogía institucional que prolongaba en Sudamérica el proyecto abierto por Diego Angulo Iñiguez en el Laboratorio de Arte de la Universidad Sevilla y continuado por Manuel Toussaint en el Instituto de Investigaciones Estéticas en México. La irrupción de Anales en el ámbito local contaba de este modo con un reconocimiento internacional, fundado en los vínculos que Buschiazzo pudo establecer en el extranjero a partir de su participación en el proyecto editorial Historia del Arte Hispanoamericano (Angulo Íñiguez, Buschiazzo y Marco Dorta, 1950).
Por otro lado, la capacidad de la revista argentina para funcionar como modelo en otros países y promover nuevos proyectos histórico-artísticos se hizo evidente, y Buschiazzo lo comunicaba a la UBA en sus impecables informes de gestión. En uno de ellos, afirmaba:
Creo obvio destacar la importancia de los Anales y el lugar que han llegado a ocupar en la bibliografía especializada mundial. Pero es necesario hacer resaltar que se trata de la única publicación de su género que aparece en América Latina, con excepción de los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de México, si bien estos tienen un carácter localista en tanto que los nuestros aspiran a llenar una necesidad y un vacío continental. Tanto la prensa local como la extranjera se han ocupado frecuentemente de los Anales, pero acaso el juicio más elogioso sea el de P. M. Bardi [Pietro Maria Bardi], el prestigioso director del Museo de Arte de San Pablo, quien escribió recientemente que “Los Anales del IAA son, sin duda, la revista de arte más conceptuada de América Latina” (Buschiazzo, 1963, pp. 11-12).
El “vacío continental” al que refiere el director comenzó a disminuir por aquellos años con la creación de institutos y revistas asociadas, aunque no siempre con proyectos de la misma estabilidad que el de Buenos Aires. En La Paz, José de Mesa y Teresa Gisbert crearon el Instituto de Investigaciones Artísticas en 1955 dentro de la Universidad Mayor de San Andrés, luego convertido en Instituto de Estudios Bolivianos, y dentro del cual se publicó la revista Arte y Arqueología (entre 1969 y 1983). La experiencia colombiana con la apertura del Instituto de Investigaciones Estéticas en la Universidad Javeriana en 1963 presentó Ensayos, aparecida desde 1967 bajo el liderazgo de Carlos Arbeláez Camacho2 y, en Caracas, Graziano Gasparini dirigió el Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas a partir de 1964. Esta última propuesta fue la que de manera más contundente incorporó el modelo de Anales y buscó constituir un núcleo de discusión paralelo, algo evidente en la presencia de figuras internacionales invitadas para sus artículos y encuestas, y en la intención de activar intercambios agudos sobre el desarrollo de las investigaciones contemporáneas.
Por esas dos cuestiones, su ligazón con la formulación de un campo para los estudios de arte hispanoamericano y su impacto en otros proyectos regionales como modelo historiográfico, Anales constituyó un proyecto poco permeable a la introducción de nuevos temas y a la modernización editorial que alcanzaba a otras áreas del IAA avanzada la década de 1950.
Luego de esta introducción, el artículo avanzará en dos sentidos: una recapitulación sobre Anales como espacio de producción historiográfica, que en un sentido más amplio explora en el reconocimiento de la historia del arte y la arquitectura, y una reflexión sobre la importancia de la revista en el desarrollo de trayectorias profesionales. Este último aspecto será recuperado con el caso de los arquitectos bolivianos Gisbert y Mesa, firmes colaboradores de la publicación durante tres décadas. El objetivo de este recorrido y de la revisión propuesta pretende afirmar una convicción específica, vinculada a la necesidad de pensar el desarrollo de las humanidades desde la segunda mitad del siglo XX a partir del legado de Anales y de considerar su impacto en el desarrollo de la investigación en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Anales, la historiografía y la universidad
Desde los criterios vigentes en el campo de estudios específico, una publicación como Anales, dedicada a la historia y a las humanidades, respondería a la categoría de revista cultural (véase Tarcus, 2020, p. 33). Sin embargo, su segmentación en artículos, reseñas y documentos, y el carácter universitario y disciplinar contenido en su título (como los Anales de Derecho o de Medicina), han facilitado su asociación con ediciones del tipo científico-técnico. Por ese motivo, creemos, su valor como objeto de análisis más allá de aspectos relativos al contenido temático, resultó tardío. Ramón Gutiérrez (1992, 1995) trabajó sobre el apartado de reseñas bibliográficas en su análisis de la disputa entre Buschiazzo y Martín Noel a mediados de los años noventa, y Marta Penhos (2005), una década después, propuso una lectura que articuló las tendencias historiográficas con la existencia de una “red intercontinental de investigadores” (p. 167) que sumaba, número a número, elaboraciones disímiles; tendientes a la reflexión y renovación teórica, pero todavía cercanas a aproximaciones metodológicas más tradicionales. Este trabajo permitió apartar a la revista de caracterizaciones recurrentes, asociadas de forma lineal al documentalismo, y mostrar su potencia como un espacio dinámico, de transformación.
El número doble de Anales 31-32, correspondiente a los años 1996 y 1997 (Figura 1), reúne una serie de reflexiones centradas en la figura del creador del IAA con motivo del 25 aniversario de su muerte. El trabajo de Alberto de Paula (director del IAA entre 1992 y 2008), recupera brevemente aspectos formales de la revista y señala algunos de sus ejes temáticos, pero, tanto su artículo como el resto de los que conforman el número, no ofrecen lecturas más profundas sobre la publicación. Aun así, la valorización de las distintas etapas asociadas al IAA en el marco de la UBA, ubican a esté número como un aporte fundamental, principalmente, por tratarse de un ejercicio de memoria y revaloración de una historia institucional todavía bastante reciente que revisó el papel de las figuras formadoras y sus legados metodológicos y curriculares. En años posteriores, estas miradas se ampliaron en aproximaciones de otros actores que participaron de manera activa en el IAA y volvieron sobre aspectos específicos de la revista (Schávelzon, 2012; 2018).
Figura 1. Portada de Anales núm. 31-32 (1996-97).
De forma más atomizada, Anales reaparece en distintos trabajos dedicados a la historiografía del arte y la arquitectura en la Argentina, en referencia a una etapa ligada al visibilismo y al documentalismo metódico (Burucúa y Telesca, 1996; Burucúa, 1999; Silvestri, 2004). Al margen del nivel de profundidad que puedan alcanzar estas menciones por el tipo de trabajos más generales en los que se inscriben, es importante observar el lugar inequívoco que ocupa esta publicación para señalar un nuevo punto de partida en el estudio del patrimonio americano. Luego de los aportes de los “padres” de los estudios artísticos americanistas en nuestro país; principalmente, Martín Noel, Ángel Guido, Juan Kronffus y Héctor Greslebin, el IAA afincó sus intereses en el ámbito universitario y abrió un espacio de investigación inédito hasta ese momento.
Al ampliar el balance crítico sobre la atención que recibió Anales como objeto de estudio, es notorio que quienes recuperaron su desarrollo fueron especialistas relacionados directamente con las áreas de investigación, mientras los historiadores en un sentido amplio excluyeron los estudios de arte y arquitectura como parte de la historiografía profesional. Esta observación motiva algunas preguntas específicas: ¿por qué las historias de la UBA eluden experiencias tan contundentes para su vida institucional como el IAA, Anales y otras fundaciones directamente relacionadas, como la carrera de Historia de las Artes creada en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) en 1963? Figuras formadoras en sus campos específicos, como Mario Buschiazzo, Julio Payró, Adolfo Ribera y Héctor Schenone, ¿por qué no han merecido ninguna mención por sus aportes al conocimiento histórico en general y a la arquitectura y las artes en particular?
Estas preguntas permiten observar la exigua consideración que se ha tenido de los vínculos interfacultades y confirmar la centralidad de la historia para explicar los orígenes de la institucionalización de la historiografía. Ese es el caso del Instituto de Investigaciones Históricas creado en 1921, actual Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, dentro del cual se estableció un “nuevo escenario para la práctica, formación y socialización de los historiadores” y donde la especialidad “consolidaba su perfil como disciplina científica” (Buchbinder, 2021, p. 107). Justamente, Héctor Schenone, quién fuera secretario del IAA durante veinte años, y su colega Adolfo Ribera (que no participó formalmente de ese espacio, pero colaboró en los primeros números de Anales), habían concluido sus carreras de grado en historia y desarrollaron su primera etapa formativa bajo el ala de Guillermo Furlong y José Torre Revello en aquel instituto. Particularmente Furlong, los impulsó para la publicación de sus trabajos iniciales. Primero, en las revistas vinculadas a la cultura católica como Archivum y Ortodoxia; después, en la preparación de El arte de la imaginería en el Río de la Plata, el segundo libro que publicó el IAA en 1948 (García, 2020b). También es clave considerar que el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas recibía diversas colaboraciones de especialistas en temas de arte y arquitectura, como José María Marilúz Urquijo, Emilio Harth Terré, Erwin Palm, Ribera y Schenone3 y Noel, quien publicó junto a Torre Revello Estudios y documentos para la historia del arte colonial (1934).
¿Por qué es importante subrayar estos antecedentes? Porque en la proyección de la revista, además de la orientación de Buschiazzo, confluyeron intereses gestados en otros espacios que mantenían en común una sólida afición por el periodo colonial en América y sus manifestaciones documentales y materiales. El propio director lo expresa en el prólogo del primer número, donde reconoce el mérito de publicaciones como el mencionado Boletín y el de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos, pero agrega:
Más, a la dificultad de su logro se agrega la de su dispersión en cuanto al género de material recopilado; desde la biografía hasta la narración descriptiva, desde la alocución patriótica hasta el valor estratégico de un combate, todo suele caber dentro del cuadro general de esas publicaciones (Buschiazzo, 1948, p. 7).
En su ambición de especialización y en ocasión de anclar la intervención de Anales en el presente, Buschiazzo no explicita en su prólogo el carácter interdisciplinar de su empresa, porque, precisamente, la historia del arte y la arquitectura como especialidad, recién comenzaba a tomar fuerza en ese momento en el ámbito de la UBA. Sin embargo, es innegable que en el origen y en los desenlaces del IAA y de la revista, los contactos entre las distintas facultades, proyectos y figuras resultaron decisivos. En el despliegue de esa trama de intercambios se ubica nada menos que la figura de Payró, quién lideró la organización de los estudios artísticos en FFyL entre fines de la década de 1950 y comienzos de la siguiente, en base a un acuerdo pautado con Buschiazzo referido a los temas a tratar en cada institución y con la colaboración directa, entre otros actores, de Schenone (García, 2020a). Es curioso que los estudios más recientes que insisten en revisar las trayectorias intelectuales en FFyL al tomar como centro el Instituto Ravignani (Rodríguez, 2022), no mencionan a la historia del arte ni los vínculos que mantuvo con la historia, aunque no dejen de señalar la creación de otras carreras: psicología, sociología, antropología y ciencias de la educación, como expresión de un periodo de experiencias renovadoras. Carreras, quizás, con una ubicación más definida en el panorama de las humanidades y las ciencias sociales.
Como se mencionó más arriba, la revista que cambió por completo el estudio del arte y la arquitectura en la universidad argentina y que prolongó su influjo en otros países americanos, no ocupa un lugar en las historias de la UBA. Esta observación excluye algunos trabajos más específicos dentro de la colección del Programa Historia y Memoria. 200 años de la UBA, que Eudeba comenzó a publicar en 2014 y que se enfoca en las carreras y proyectos de cada unidad académica. En el marco de esta colección, es importante rescatar el volumen Una historia para el arte en la UBA, dirigido por Sandra Szir y Marta Penhos (2020) (Figura 2). El libro se concentra en FFyL pero ubica al IAA como una referencia ineludible, a la vez que conecta dicha experiencia institucional con la estabilidad que adquirió cada área de estudios en sus respectivas facultades (FFyL y FAU). Sin embargo, los tomos que dividen la historia de la UBA en cuatro periodos y enuncian la necesidad de hilvanar momentos específicos de algunas carreras o profesiones con los contextos sociopolíticos involucrados en cada caso, apenas mencionan a la arquitectura y omiten por completo a la historia del arte.
Figura 2. Una historia para el arte en la UBA, colección Historia y Memoria (2020).
En el tomo II (1881-1945), un artículo de Gustavo Brandariz (2022) retoma el mismo arco temporal para recuperar nombres y fechas claves sobre la enseñanza de la arquitectura antes de la creación de la FAU. Sin embargo, su trabajo nos deja en las puertas de la creación del IAA, que se anuncia al final del texto como un momento de incorporación orgánica de la investigación. Al margen de los valiosos datos que aporta, su inclusión en el tomo en cuestión desenfoca la importancia del IAA y lo ubica en una posición anecdótica. El tomo III (Carli, 2022), que comprende el periodo 1945-1983, donde podría finalmente encontrarse una reflexión sobre Anales o el IAA, tampoco presenta mención alguna. Incluso, en artículos que hacen pie en la creación de facultades y en el establecimiento de “innumerable cantidad de institutos” durante el peronismo. En ese punto es importante recordar que el IAA es anterior a la FAU (actual FADU), por lo cual, su especificidad radica en haber abierto un campo de investigación antes de la existencia de la propia Facultad, y en haber colocado a la revista Anales como la principal estrategia para lograrlo.
En las historias de la UBA anteriores a la colección Historia y Memoria el panorama no es distinto, por lo cual, aunque este nuevo programa editorial presenta innovaciones y plantea una mirada más comprensiva, mantiene valoraciones y jerarquizaciones vigentes respecto de determinadas carreras y disciplinas. Ese aspecto es notorio también en el hecho de que algunas carreras (como historia y sociología) son estudiadas dentro de los tomos generales y también cuentan con estudios específicos dentro de la colección mencionada. Evidentemente, el compromiso de recuperar críticamente nuestras áreas de investigación queda limitado a los historiadores del arte y los arquitectos, como una práctica que nos mantiene interesados en revalorizar en profundidad nuestras tradiciones institucionales, profesionales, historiográficas y editoriales.
Anales: redes y biografías
El análisis de las revistas conduce inevitablemente hacia el concepto de redes y a la idea de una “estructura esencial de sociabilidad” (Pita González, 2014, p. 231) desde la cual identificar el funcionamiento de los agrupamientos intelectuales en cada proyecto. En el caso de Anales, los vínculos de reciprocidad, la escritura colaborativa y las querellas teóricas han generado un material de análisis muy sensible para entender la conformación de la historia del arte y la arquitectura como áreas de investigación. Aun así, ¿qué podemos decir sobre las trayectorias que plasmaron su evolución profesional en una publicación en particular gracias a la existencia de estas redes? ¿Qué alcances tuvo el espacio que brindó Anales en la promoción de nuevas investigaciones?
La intención de ubicar a Anales como un espacio de encuentro internacional anclado en Buenos Aires se manifestó rápidamente. Su segundo número contó con la presencia de autores que por aquellos años personificaban el aquí y el ahora de los estudios artísticos: Diego Angulo Íñiguez y Enrique Marco Dorta de España, Emilio Hart Terré de Perú, Juan Giuria de Uruguay y Erwin Palm, el historiador alemán que residía en República Dominicana. Con el correr de los números, se produjo un incremento de las firmas extranjeras, en la misma medida en que los estudios en arquitectura y arte hispanoamericanos se volvían el centro de nuevas indagaciones y propuestas editoriales. En esa correspondencia entre el crecimiento de un terreno de investigación y el afianzamiento de las colaboraciones en Anales, emerge el caso particular de Gisbert y Mesa, quienes participaron de forma casi ininterrumpida entre 1954 y 1971 (con excepción de los números 9, 20 y 22) (Figura 3). Ambos habían realizado, a inicios de la década de 1950, estudios de historia del arte en España con la guía de Angulo Íñiguez y Marco Dorta, y fue en su regreso a su país donde, convencidos sobre la necesidad de producir (prácticamente desde cero) una historia del arte colonial para Bolivia, entraron en contacto con las redes establecidas por Anales.
Figura 3. Lista de artículos publicados en la revista Anales por José de Mesa y Teresa Gisbert.
Además de la cercanía personal e intelectual con Héctor Schenone, que pudo haber motivado la recepción sostenida de los textos de Gisbert y Mesa, el punto es que Anales era la revista donde había que publicar, por su prestigio y por su capacidad de integrar a los especialistas del área. Para un historiador americanista, era el espacio indicado para construir una identidad profesional, porque no existía, por lo menos hasta mediados de los años sesenta, otra publicación de las mismas características. Como bien señalaba Buschiazzo en el informe antes citado, Anales de México personificaba otra tendencia, porque estaba más enfocada en el arte mexicano y se componía de un elenco estable de colaboradores que formaban parte del Instituto, como Justino Fernández, Xavier Moyssen, Francisco de la Maza, Manuel Romero de Terreros, Elisa Vargas Lugo, Clementina Díaz y de Ovando y Jorge Alberto Manrique. En Buenos Aires ocurría lo contrario, Schenone y Buschiazzo eran los únicos especialistas en arte colonial dentro del IAA y por fuera solo podría mencionarse a Adolfo Ribera, porque ni Guillermo Furlong ni José Torre Revello se ocupaban de lleno a la investigación artística. Por ese motivo, resultaba crucial establecer redes que pudiesen potenciar el proyecto editorial. Esta intención se materializó de forma paulatina con las colaboraciones de Harold Wethey, Robert Smith, Martin Soria, Kenneth Conant, Paul Dony, Heinrich Berlin, Mario Chacón, George Kubler, Graziano Gasparini, Santiago Sebastián y Josefina Plá. En la mayoría de los casos, todos publicaron en más de una oportunidad y en números cercanos en el tiempo.4
La falta de documentación primaria sobre cómo se produjo el acercamiento de los arquitectos bolivianos a la revista porteña impide trazar una cronología precisa, pero es probable que haya derivado de las recomendaciones de Angulo Íñiguez, a quien Buschiazzo mantenía informado sobre la planificación de los números (véase García, 2020). Otro elemento importante para reconstruir la temprana formación de estas redes es, como se mencionó, la figura de Schenone, secretario del IAA y de la revista. Schenone en esos años era un novel historiador con algunos reconocimientos; también viajó a España con una beca obtenida en los años cuarenta y en la misma época publicó el ya mencionado El arte de la imaginería en el Río de la Plata (Ribera y Schenone, 1948), que resultó galardonado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El perfil profesional que comenzó a forjar en los inicios de su carrera era muy similar al de Gisbert y Mesa, el del investigador enfocado en producir una escritura documentada que pudiera dar cuenta de una tarea de registro e identificación del patrimonio artístico religioso. La ubicación geográfica de Gisbert y Mesa, su cercanía y conocimiento de un repertorio de monumentos coloniales que para otros especialistas eran difíciles de visitar, motivó sucesivos encuentros y un intercambio de saberes y experiencias de campo fundamentales para comprender las condiciones de producción de la historia del arte en este periodo.
El artículo “El plateresco en el Perú: la iglesia de San Pedro de Andahuaylas” (Mesa, Gisbert y Schenone, 1962), que se publicó en Anales 15, es un ejemplo claro de este trabajo colaborativo que surgía de los viajes de estudio compartidos y se trasladaba a la escritura (Figura 4). No se trata de un trabajo profundo, mantiene un énfasis descriptivo dado que presenta un edificio que no había sido estudiado con anterioridad, como gran parte de los ejemplos de la región hasta ese momento. Al inicio del texto expresan haber quedado “maravillados” por la iglesia, la que descubrieron en el trayecto de Ayacucho hacia Cuzco. Esa fascinación por un nuevo objeto de estudio y la necesidad de fotografiarlo y analizarlo a partir de esquemas estructurales es el punto más interesante del artículo, porque permite recomponer los escenarios de investigación y los deseos que impulsaban estas experiencias (Figuras 5 y 6). Más allá de este caso en particular, la impronta de la inspiración mutua y la estima profesional nutre otros artículos donde Gisbert y Mesa retoman los trabajos de su colega argentino. En el análisis del retablo de la iglesia de La Merced de Sucre, en Anales 12, afirman:
Schenone, buen amigo nuestro, apunta con razón que parte de los tableros se hallan desperdigados en otros retablos del mismo templo. Efectivamente, en el altar de Nuestra Señora del Tránsito está el relieve de la Imposición de la casulla a San Ildefonso que perteneció a la parte central del retablo, como lo indica el contrato (…) (De Mesa y Gisbert, 1959).
Figura 4. Teresa Gisbert, José de Mesa y Héctor Schenone (con cámara) en una de sus excursiones por el Titicaca,
ca. 1962. Fuente: Archivo de Carlos Mesa Gisbert. Recuperado de: https://carlosdmesa.com/2018/02/23/
teresa-gisbert-1926-2018-una-vida-en-imagenes/
Figura 5. Fragmento del artículo “El plateresco
en el Perú: la iglesia de San Pedro de
Andahuaylas” (Anales 15) con plano de
Héctor Schenone. Fuente: Centro de Estudios
Espigas (UNSAM) - Fundación Espigas.
Figura 6. Láminas del artículo “El plateresco en el Perú: la iglesia de San Pedro de Andahuaylas” (Anales 15) con
fotografías de Héctor Schenone. Fuente: Centro de Estudios Espigas (UNSAM) - Fundación Espigas.
Es importante observar que, en paralelo a Anales, Gisbert y Mesa divulgaban sus pesquisas en otras revistas como Khana y Cordillera (La Paz), Anuario de Estudios Americanos (Sevilla), Archivo Español de Arte (Madrid), Revista del Instituto Americano de Arte (Cuzco), por nombrar solo algunas. La particularidad de Anales radicaba en ser un espacio permanente en el cual desarrollaban la escritura académica, mientras encaraban una intensa actividad editorial en La Paz a través de libros de divulgación, como los volúmenes aparecidos en la Biblioteca de Arte y Cultura Boliviana en la década de 1960. Los diecisiete artículos que publicaron en la revista porteña abarcan temáticas variadas, especialmente dedicadas al arte colonial en Charcas. Estos aportes dan cuenta de la consideración de nuevas obras y hallazgos documentales y de la ampliación y recapitulación de temas ya transitados. Los trabajos sobre pintura muestran una mayor continuidad (Anales 8, 10, 13, 14, 18) y son los que bordean los logros profesionales más importantes de esta primera etapa: la publicación de Holguín y la pintura altoperuana del virreinato (De Mesa y Gisbert, 1956) e Historia de la pintura cuzqueña (De Mesa y Gisbert, 1962) (Figuras 7 y 8). Es palpable, entonces, cómo la revista atravesó sus carreras y alojó elaboraciones que surgían de un diálogo disciplinar dinámico. No se trataba solo de Schenone, también Martin Soria, Harold Wethey, y Santiago Sebastián eran sus interlocutores habituales.
Figura 7. Pintura de Leonardo Flores incluida en el artículo de José de Mesa y Teresa Gisbert “Nuevas obras y nuevos maestros en la pintura del Alto Perú” (Reproducida por primera vez en Anales 10 de 1957). Fuente: Centro de Estudios Espigas (UNSAM) - Fundación Espigas.
Figura 8. Detalles de la obra de Leonardo Flores El rico epulón y el pobre Lázaro. Fuente: Centro de Estudios Espigas (UNSAM) - Fundación Espigas.
En ese sentido, me parece posible pensar a la revista como un “espacio biográfico”, y seguir el concepto que Sandra Carli (2020) propone para analizar el funcionamiento de las trayectorias particulares dentro de la universidad, en relación con su papel determinante “en los contornos y circunstancias de las vidas personales, en las redes de sociabilidad, en los proyectos individuales y colectivos, en los horizontes de expectativas” (p. 55). Aunque en el caso de Gisbert y Mesa se trataba de una actividad académica realizada a la distancia, también es cierto que Anales y por extensión el IAA, fueron lugares decisivos que acompañaron el desarrollo de sus itinerarios de investigación y brindaron un respaldo institucional que no encontraban, todavía, en su país de origen.5
En este marco, los avances académicos que los especialistas bolivianos desarrollaron en las páginas de Anales tuvieron un momento determinante con la publicación, dentro del IAA, de Historia de la pintura cuzqueña (De Mesa y Gisbert, 1962), que tuvo como primer título tentativo “La pintura en Perú y Bolivia en los siglos XVII y XVIII”. Este libro los ubicaba en una posición muy precisa: la de producir una renovación de los estudios sobre pintura andina junto con el trabajo de Soria (1956), que había sido publicado algunos años antes, y se enfocaba en el siglo XVI. Como se ha analizado en otra oportunidad (García, 2020), el libro de 1962 también funcionó como un medio muy efectivo para consolidar las relaciones de Buschiazzo con los Estados Unidos (en este caso, la Fundación Guggenheim que financió la publicación), y ubicar al IAA como un centro de referencia editorial. Desde su prólogo al libro de Giuria (1950), dedicado a la arquitectura en Paraguay, Buschiazzo había expresado la necesidad de que “un investigador serio” ofrezca un análisis concluyente sobre la pintura cuzqueña. Por lo cual, su intención de fortalecer determinadas áreas del arte americano encontró en Gisbert y Mesa ese perfil anhelado, que se expresó en el volumen en cuestión con un trabajo riguroso, que incorpora datos documentales, cuadros cronológicos, esquemas iconográficos y reproducción de láminas. Todos estos elementos, presentes ya en sus trabajos aparecidos en Anales y característicos de su enfoque, prolongaban las investigaciones aparecidas en la revista en un formato monográfico.
La necesidad de darle un marco a acontecimientos artísticos que no contaban todavía con antecedentes de un abordaje científico expresa en Historia de la pintura cuzqueña una marcada inspiración en esquemas historiográficos tradicionales, relativos a la sucesión de estilos y a la postulación de artistas célebres a modo de hitos históricos, pero donde también resuenan otras preocupaciones. Principalmente, Gisbert y Mesa nos advierten sobre una posición profesional que no separa la producción del conocimiento de su transmisión, esto es, del proceso que lleva de la recolección e interpretación de una serie de datos hacia su adecuada presentación editorial. En ese sentido, la experiencia de los autores dentro de Anales y el contexto de recepción especializada que les ofreció la revista fueron elementos claves que impulsaron directamente el desarrollo de sus desafíos historiográficos.
Palabras finales
En el recorrido de este escrito se formularon algunas preguntas que apuntaron a pensar Anales del IAA con relación a su impacto en la historiografía artística y en la promoción de investigaciones sobre arte hispanoamericano. La institucionalización tardía de esta área de estudios en Sudamérica (en relación con otros países de América Latina pero también en relación con otras disciplinas) necesitó de espacios como Anales para elaborar consensos metodológicos y definir perfiles profesionales. En ese sentido, la revista sostuvo un programa historiográfico que, desde la universidad pública argentina, favoreció de manera directa la investigación, la escritura y el intercambio entre especialistas de distintos orígenes y tradiciones institucionales. Por estas razones, la experiencia de Anales en el periodo considerado (1948-1971) constituye un punto de partida necesario para recuperar la relevancia de las revistas y los planes editoriales en su conjunto como modelos de transmisión científica elaborados para la arquitectura y las artes.
Este abordaje se concentró en una primera etapa, caracterizada por la gestión de Buschiazzo hasta su muerte en 1970. Sin dudas, el ciclo iniciado con Anales 25 en 1987 bajo la dirección de Francisco Liernur pudo construir una distancia respecto del formato habitual de la revista, en gran parte porque la ausencia del antiguo director (aunque su nombre se haya incorporado a partir de ese momento en el propio título de la publicación), aplacó el vínculo con una tradición particular de conocimientos y habilitó otras inquietudes de investigación sobre arquitectura argentina y americana. En ese marco, los nuevos escenarios de la educación superior en la postdictadura, luego de una interrupción de dieciséis años desde su último número, volvieron a colocarla como un foro para la renovación generacional. El cambio ocurrido a partir de Anales 41 con su publicación digital en Open Journal System (OJS) amplió su difusión y planteó una renovación significativa en el diseño de tapa y en la planificación monográfica de los números, aunque mantuvo significativamente la edición en papel. En palabras de Mario Sabugo, su director entre 2010 y 2023, la nueva época de Anales se orientaba a “mantener y profundizar una instancia de reflexión histórica” (Sabugo, 2011, p. 6) que se conectaba con los propósitos de la revista al momento de su fundación, pero que debía adaptarse a una universidad plural y a un campo académico expandido, distinto de aquel existente a fines de los años cuarenta. Estos dos momentos (1987 y 2011) merecen estudios específicos que puedan vincular la existencia de nuevas formas de profesionalización dentro del sistema científico argentino con la injerencia que Anales, una de las revistas más influyentes de la UBA, sostuvo dentro de este proceso.
1. Como los artículos de Alberto de Paula y Horacio Pando en Anales 14, 17, 19 y 21.
2. Sobre la presencia de Buschiazzo en Colombia para organizar la creación de centros e institutos, véase García (2020a).
3. El artículo de Ribera y Schenone “Imágenes del periodo colonial existentes en Buenos Aires”, estaba incluido en un volumen del Boletín que no llegó a publicarse y que comprendió los números 105-108 (1945 -1946). Permanece la prueba de galera.
4. El listado completo de colaboraciones puede consultarse en Anales 31-32, aunque contiene algunas imprecisiones.
5. Como se mencionó más arriba, Gisbert y Mesa crearon su propio espacio de investigación en la Universidad Mayor de San Andrés y desde allí promovieron, con el correr de las décadas, la aparición de publicaciones específicas.
1. Angulo Íñiguez, D., Marco Dorta, E. y Buschiazzo, M. (1950). Historia del Arte Hispanoamericano, Tomo II, Barcelona, España: Salvat.
2. Bayón, D. (1970). Hacia un nuevo enfoque del arte colonial sudamericano. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, 23, pp. 13-27.
3. Buchbinder, P. (2021). Los orígenes del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 55, pp. 105-119.
4. Burucúa, J. (1999). Nueva historia argentina. Arte, sociedad y política (pp. 23-38). Buenos Aires, Argentina: Sudamericana.
5. Burucúa, J. y Telesca, A. (1996). El arte y los historiadores. La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina (pp. 225- 238). Buenos Aires, Argentina: ANH.
6. Buschiazzo, M. (1963). Informe del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas. Inédito. Buenos Aires, Argentina: IAA.
7. Buschiazzo, M. (1947). Bibliografía de Arte Colonial Argentino. Buenos Aires, Argentina: IAA.
8. Brandariz, G. (2022). La enseñanza de la arquitectura en la UBA. 1881-1945. En P. Buchbinder (comp.), Historia de la Universidad de Buenos Aires. Tomo II (1881-1945) (pp. 311-325). Buenos Aires, Argentina: Eudeba.
9. Carli, S. (2020). La universidad pública como espacio biográfico. Una incursión histórica en itinerarios académicos de las humanidades y las ciencias sociales. Pensamiento Universitario, 19, pp. 52-62.
10. Carli, S. (comp.) (2022). Historia de la Universidad de Buenos Aires. Tomo III (1945-1983). Buenos Aires, Argentina: Eudeba.
11. De Mesa, J. y Gisbert, T. (1956). Holguín y la pintura altoperuana del virreinato. La Paz, Bolivia: Alcaldía Municipal.
12. De Mesa, J. y Gisbert, T. (1959). El renacimiento en la Audiencia de Charcas: Hernández Galván y el maestro de Ancoraimes. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, 12, pp. 52-74.
13. De Mesa, J. y Gisbert, T. (1962). Historia de la pintura cuzqueña. Buenos Aires, Argentina: IAA.
14. De Mesa, J., Gisbert, T. y Schenone, H. (1962). El plateresco en el Perú: la iglesia de San Pedro de Andahuaylas. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, 15, pp. 27-41.
15. García, C. (2020a). Historia del arte y universidad. La experiencia del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas y la consolidación disciplinar de la historiografía artística en la Argentina (1946-1970). Buenos Aires, Argentina: IAA.
16. García, C. (2020b). El arte de la imaginería en el Río de la Plata. La conformación de un discurso disciplinar . Patrimonio e Memória, 16, pp. 642-664.
17. Giuria, J. (1950). La arquitectura en el Paraguay. Buenos Aires, Argentina: IAA.
18. Gutiérrez, R. (1992). Origen historiográfico de la polémica Noel-Buschiazzo. DANA, 13, pp. 11-14.
19. Gutiérrez, R. (1995). La polémica Noel-Buschiazzo. En Gutiérrez, Gutman y Pérez Escolano (Dir.), El arquitecto Martín Noel. Su tiempo y su obra (pp. 237-246). Sevilla, España: Junta de Andalucía.
20. Martini, J. X. (1971). Notas para una crítica de la arquitectura colonial argentina. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, 24, pp. 9-21.
21. Penhos, M. (2005). De categorías y otras vías de explicación: una lectura historiográfica de los Anales de Buenos Aires (1948-1971). En N. Campos, Memoria del III Encuentro Internacional sobre Barroco, Manierismo y transición al Barroco (pp. 167-174). La Paz, Bolivia: Visión Cultural / Universidad de Navarra.
22. Penhos, M. y Szir, S. (2020). Una historia para el arte en la UBA. Buenos Aires, Argentina: Eudeba.
23. Pita González, A. (2014). Las revistas culturales como soportes materiales, prácticas sociales y espacio de sociabilidad. En H. Ehrlicher y N. Rissler-Pipka (Eds.), Almacenes de un tiempo en fuga: revistas culturales de la modernidad hispánica (pp. 226-245). Aachen, Alemania: Shaker Verlag.
24. Rodríguez, M. (comp.) (2022). La actividad historiográfica en Filosofía y Letras. El Instituto Ravignani entre dos coyunturas turbulentas, 1955-1974. Buenos Aires, Argentina: Eudeba.
25. Ribera, A. y Schenone, H. (1948). El arte de la imaginería en el Río de la Plata. Buenos Aires, Argentina: IAA.
26. Silvestri, G. (2004). Historiografía de la arquitectura en la Argentina. En F. Aliata y F. Liernur (comp.), Diccionario de arquitectura en la Argentina (pp. 160- 171). Buenos Aires, Argentina: Agea.
27. Sabugo, M. (2011). Carta del Director. Anales del IAA, 41, pp. 5-6.
28. Schávelzon, D. (2012). Historia de papel y tinta. Las tapas de Anales y los libros del Instituto de Arte Americano. Anales del IAA, 41, pp. 235-237.
29. Schávelzon, D. (2018). Historia de la historia de la arquitectura argentina. Buenos Aires, Argentina: Editores argentinos.
30. Soria, M. (1956). La pintura del siglo XVI en Sud América. Buenos Aires, Argentina: IAA.
31. Tarcus, H. (2020). Las revistas culturales latinoamericanas. Giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles. Temperley, Argentina: Tren en Movimiento.
Como citar este artículo
García, Carla Guillermina (2024). Pensar una revista. Algunas consideraciones sobre Anales del IAA en su 75 aniversario. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas "Mario J. Buschiazzo". 54(2). Recuperado de https://iaa.fadu.uba.ar/ojs/index.php/anales/article/download/404/537?inline=1. Fecha de acceso: 29 de Marzo de 2025
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Anales del IAA - Versión impresa: ISSN 0328-9796 / Versión digital: ISSN 2362-2024
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Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (Universidad de Buenos Aires)