Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas
"Mario J. Buschiazzo"
Volumen 54 - Número 2 - Julio / Diciembre 2024.
Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.
Universidad de Buenos Aires.
ARTÍCULO
La iglesia del virrey: Los Desamparados en el ambiente artístico de la Lima del siglo XVII
The viceroy's church: The Desamparados in the artistic environment of seventeenth-century Lime.
Iván Panduro Sáez *
https://orcid.org/0000-0002-8979-5991
Doctor en Historia del Arte y Máster en Patrimonio Histórico por la Universidad de Granada (UGR). Profesor e investigador del departamento de Historia del Arte (UGR). Sus investigaciones se centran en el ambiente cultural americano y su relación artística con España. Ha participado de diversos congresos de temática americanista en universidades europeas y americanas. Es autor del libro Los Reales Palacios de México y Lima en la Edad Moderna (2023).
Facultad de Filosofía y Letras - Campus Universitario Cartuja. Calle del Profesor Clavera s/n. CP: 18011. Granada. España. Correo electrónico: ivanps@ugr.es
Este artículo es una investigación independiente.
RECIBIDO: 6 de junio de 2024.
ACEPTADO: 25 de agosto de 2024.
RESUMEN
El presente artículo analiza el templo de Los Desamparados de Lima dentro del discurso artístico y social del siglo XVII peruano. Se trata de una iglesia, hoy desaparecida, que se definió como un centro artístico y cultural de relevancia, y que tuvo como principal impulsor al virrey Pedro Antonio González de Castro, X conde de Lemos, y a su confesor, el jesuita Francisco del Castillo. Se analizan los trabajos de Manuel Escobar, quien dirigió las obras del templo entre 1669-1672 en paralelo a otras iglesias de importancia en Lima, cuestión clave en la arquitectura del sitio. Por último, se ofrece un inventario inédito de la iglesia de los Desamparados antes de su demolición en 1938, documento de especial interés para la comunidad científica americana.
Palabras clave: arquitectura; barroco peruano; jesuitas; inventario.
Referencias espaciales y temporales:Lima; Perú; siglo XVII.
ABSTRACT
This article analyzes the church of Los Desamparados in Lima within the artistic and social discourse of the 17th century. A church, now disappeared, which is defined as an artistic and cultural centre of relevance, having as its main promoter the viceroy Pedro Antonio González de Castro, X Count of Lemos and his confessor the Jesuit Francisco del Castillo. It analyzes the work of Manuel Escobar, who directed the construction of the church between 1669-1672 in parallel with other important churches in Lima, which is a key issue in the architecture of the site. Finally, an unpublished inventory of the church of Los Desamparados before its demolition in 1938 is offered, constituting a document of special interest for the American scientific community.
Key words: architecture; peruvian baroque; Jesuits; inventory.
Space and time references:Lima; Perú; XVIIth Century.
Introducción
La fábrica y hermosura de sus edificios, los compartimentos de las calles, igualdad y proporción de ellas sin poder pasar a la pluma se contienen en la esfera de los ojos o en la destreza libre de la imaginación (De la Cruz, s. XVIII, f.7).
Por un tiempo tuvo Lima unos cronistas que describieron con admiración aquella ciudad en la que sus edificios, acaso por puro contraste con el valle en el que se asienta la ciudad, eran destacados con detalle, con el fin de captar al original para provecho de sus lectores. Precisamente por aquellos intentos, como el del franciscano Laureano de la Cruz a quien corresponde el anterior fragmento, y de otros tantos por pasar a tinta a la ciudad de Lima, se pueden hoy imaginar algunas construcciones que existieron y que por la acción de los temblores, o incluso por las acciones humanas, derribaron no solo los edificios sino también el carácter de un lugar concreto y de una memoria colectiva. Esto último fue lo que ocurrió con el derribo del templo de Los Desamparados de Lima en 1938. Ubicado a espaldas del Palacio Real, hoy Palacio de Gobierno, gozó en buena parte del seiscientos de suficiente alcance y devoción como para definir la época barroca limeña con todos sus ingredientes principales.
El inicio del templo se puede precisar en la fecha del 13 de agosto de 1629, cuando el Cabildo de Lima, con la aprobación del virrey conde de Chinchón, le concedía a Bartolomé de Calafe, comerciante valenciano asentado en Lima, 10 varas de ancho y 25 de largo con licencia para construir una pequeña capilla bajo la advocación de la virgen de Los Desamparados, patrona de su ciudad. Concretamente, el espacio elegido se ubicaba entre el Real Palacio y el puente del virrey Montesclaros, levantado en 1610 por Juan del Corral.
En este Cabildo se vió lo pedido por Bartolome Calafe morador en nuestra ciudad natural de la Valensia, el razón del sitio de que pretende se le haga señalamiento y permisión en la placeta que está a las espaldas de las Casas Reales de Palacio antes de la entrada de la puente del río donde antiguamente solía estar el rollo y la capilla de los ahorcados, para la fundación de una suntuosa capilla que a su costa desea fundar y fabricar (Libro Cabildos, 19, p. 261).
Calafe, que comisionará su levantamiento hasta su muerte en abril de 1630, dejaría a doña Bernarda Morales Negrete, su viuda, y a sus hijas Beatriz y Úrsula de Calafe la hacienda de la capilla (Basadre, 1945, p. 382). Discretas noticias dejan las crónicas de la época sobre esta capilla a la que habían empezado acudir algunos comerciantes y mercaderes de la zona debido a su privilegiada ubicación. Sin embargo, y a pesar de que la feligresía iba en aumento, el 26 de junio de 1657 Úrsula de Calafe, ante el escribano Melchor Fernández de la Cruz -con el beneplácito del arzobispo de Los Reyes Pedro de Villagómez y la mediación del que fuera su confesor el jesuita Juan de Ludeña-, firma la cesión de la capilla a la Compañía de Jesús, ante la incapacidad de su mantenimiento y atención. No obstante, la Compañía no se ocupó de forma efectiva del ministerio de la capilla, -la cual no se encontraba en buen estado-, hasta el 3 de octubre del año siguiente, según lo menciona el padre jesuita Francisco del Castillo en su testimonio biográfico.1
Luego que tomó posesión de dicha capilla la Compañía y comenzó a correr por mi cuenta, traté de derribar la pared del altar mayor que se estaba toda cayendo y hacerla toda de nuevo y juntamente la sacristía, y quitar el muladar que a la mesma capilla estaba arrimado, para lo cual me ayudaron algunas personas devotas y amigos (Vargas Ugarte, 1960, p. 60).
Posteriormente, y en base al relato, la misma Úrsula de Calafe había pedido a su confesor Ludeña que fuera el padre Castillo quien se ocupara de la capilla tras la cesión. Descartada alguna amistad previa entre ambos, esta cuestión no debe insertarse como algo baladí o producto del capricho, sino en el escenario de una sociedad limeña donde el jesuita Castillo contaba con gran fama por su predica con los negros, mulatos y desfavorecidos en la zona de San Lázaro, al otro lado del Rímac. Mientras tanto, tal como se indica en el libro de Cabildos limeño, no solo los seguidores habituales de San Lázaro se habían convertido en parte de la feligresía de la capilla sino que algunos miembros de la nobleza de Lima se habían acercado a ella, lo que decantó en la fundación de la Hermandad de la Virgen de Los Desamparados en 1660.
Fueron tres caballeros de los más nobles, virtuosos y ejemplares de esta ciudad de Lima: Don Francisco Mesía Ramón, Don Francisco de Onionte, caballero de Santiago, y don Fernando Bravo de Laguna. Yendo una mañana a la Compañía santísima de Jesús […], como solían y acostumbraban cada ocho días, me propusieron entablar en la capilla de la Santísima Virgen de los Desamparados un género de Hermandad, o una escuela para que la nobleza de la ciudad tuviese algún ejercicio espiritual (Vargas Ugarte, 1960, p. 91).
Incluso, esta hermandad no sería la última en establecerse, ya que en 1664 se fundó la Esclavitud del Santo Cristo de la Agonía bajo la protección de un crucificado que se encontraba en la capilla, con el propósito principal de dar sepultura a los cuerpos de indigentes y ajusticiados. La afluencia de estas dos hermandades, que celebraban “por la mañana confesiones y comuniones y por las tardes pláticas espirituales y actos de contricción” (Lohmann Villena, 1946, p. 294), hizo de la capilla una de las más concurridas de la ciudad. El edificio “seguía amenazando ruina” y quedaba por momentos pequeño.2
El templo de Los Desamparados y el virrey conde de Lemos
La situación cambiaría con la llegada al solio peruano de Pedro Antonio Fernández de Castro X, conde de Lemos (g.1667-1672). El virrey, conocido por la historiografía por su profunda religiosidad y devoción por la virgen de Los Desamparados, influido en buena medida por el propio padre Castillo, inició el proceso de licencia y erección de un nuevo templo, así como la construcción de una casa contigua a la iglesia para la residencia de los jesuitas que la administrarían. El conde de Lemos, tras conseguir los permisos edilicios locales, llegó a escribir a la reina regente Mariana de Austria para proponer su patrocinio y licencia, como se evidencia en una misiva del Archivo de Indias con fecha de 29 de enero de 1669.
Señora: En esta ciudad, en frente del jardín de Palacio hay una capilla antigua con la vocación de la V. Sma. De los Desamparados y de algunos años a esta parte se han introducido con la devoción de los fieles ejercicios de mucho de la Compañía de Jesús. […] Y porque esto no decaiga antes vaya en aumento, pretenden los PP. Residencia que se tome lo necesario de la plazuela para ampliar dicha capilla. Propóngoselo a V.M. para que se sirva de resolver lo que fuese servida, pues no hallo dificultad en las dos pretensiones, no siendo de perjuicio a la calle ensanchar la capilla quedando bastamente capaz para poder pasar muy desembarazadamente los coches por ella (Vargas Ugarte, 1965, p. 213).
El 5 de mayo de ese mismo año, el arzobispo de Lima Pedro de Villagómez otorgó la licencia al propio virrey, y dio inicio a la colocación de la piedra fundacional el 29 de junio, día del apóstol San Pedro.3 No obstante, el apoyo del conde de Lemos no acabó con la fundación del templo sino que, como se refleja en una carta que escribe en febrero de 1670 al padre Castillo, el virrey participaba en los trabajos de la fábrica y del acopio de los materiales que llegaban desde el Callao:
Estoy esperando la persona que ha de llevar los palos de amarillo, que como buen esclavo me toca solicitar lo que toca a mi ama, y bien sabe su Magestad que si fuera posible que la cal de la obra de su santa Capilla fuera amasada con mi sangre (Buendía, 1693, p.191).
Además, como publicó el padre Vargas Ugarte en un documento del Archivo del Gesú de Roma, desatendido por la posterior biografía del conde de Lemos, el propio virrey firmó una escritura de obligación de financiación de un colegio en la misma plaza de los Desamparados, para los escolares que llegaban de San Lázaro. El virrey se comprometía “a dar 50.000 ps. De a 8 rs. de mis propios vienen los cuales se han de imponer a censo de favor de chico colegio” (Vargas Ugarte, 1960, p. 235). Sin embargo, la citada afluencia y devoción limeña que se había generado en la pequeña capilla hizo que el virrey no fuese el único mecenas. Se sumaban 50.000 pesos de plata que destinó en su testamento el capitán Gaspar de la Serna Salazar, que nombró como albacea al Prepósito General de la Compañía de Jesús con la finalidad de que le hiciese fundador de dicha iglesia (Glave, 2013, pp. 85-98).
Según el testimonio autobiográfico del padre Francisco del Castillo, las trazas de la nueva iglesia se deben al alarife limeño Manuel de Escobar, que inició las obras en 1669 y prolongó la factura del templo hasta 1672 (San Cristóbal, 1992). La planta proyectada por Escobar constaba de una nave con gran cúpula, crucero corto, muro testero plano y dos torres cuyo cuerpo bajo corresponde a la anchura de las capillas laterales; las mismas características que se aprecian en San Juan de Dios, otra iglesia del alarife. Es preciso señalar que el gran tratadista de la arquitectura virreinal peruana, Antonio San Cristóbal Sebastián, se refiere a Los Desamparados como “una iglesia de tres naves” (San Cristóbal, 1992, p. 129), donde se supone que las capillas participaban como naves, aspecto que quizá no se reflejaba de manera clara en el Plano de la capilla de los Desamparados de 1678, que acompañaba una de las cartas del virrey conde de Castellar en abril de ese año (Figuras 1 y 2).
Figura 1: Plano de la capilla de Nuestra Señora de los Desamparados, que construyó en Lima la Compañía de Jesús (25 de abril de 1678). Fuente: Archivo General de Indias. MP-PERU_CHILE, 9.
Figura 2: Plano escenográfico de Lima. Al pie: dibujo la lámina y la grabó en perspectiva el P. F. Peº Nolasco R. Sacte. de la Merced, con los escudos de España y Lima, 1685-1687 [Fragmento]. Fuente: Archivo General de Indias. MP-PERU_CHILE, 13BIS.
Unos años más tarde, otro de los documentos valiosos para analizar el aspecto de Los Desamparados lo ofrece Pedro Nolasco en su Plano escenográfico de Lima, donde se aprecia el templo a espaldas del Real Palacio, del que sobresalen sus dos torres y una gran cúpula sobre el crucero. Respecto del cerramiento de la iglesia, Escobar habría ideado las bóvedas de medio cañón para Los Desamparados de igual manera que en otras construcciones. Por entonces trabajaba en la mencionada iglesia de San Juan de Dios, en la de San Bartolomé y en la iglesia conventual de San Francisco. Todas estas bóvedas del alarife limeño utilizarían el material de cal y ladrillo, cuestión que explicaría, como bien apunta San Cristóbal Sebastián, que Escobar no defendiera, en la consulta para las bóvedas de la catedral de Lima, el uso de la quincha, ya que nunca la había utilizado. Solo se propagaría su uso por motivos económicos tras el terremoto de 1687 (San Cristóbal, 1997).
Por otra parte, el hecho de que Escobar trabajara en paralelo en San Francisco y en Los Desamparados respondería al mismo concepto que se percibe en la portada lateral de San Luis Obispo, del convento franciscano, finalizada en 1674, así como también en la portada principal de los Desamparados.4 Afortunadamente, la portada desaparecida de esta última iglesia se puede apreciar en fotografías del archivo Courret pertenecientes a la Biblioteca Nacional del Perú. Esta portada constaba de dos cuerpos, el bajo compuesto de columnas de caña lista y pilastras corintias que se apoyan en amplios pedestales. En el superior, entre pilastras almohadilladas con modillones perfectamente trabajadas, destaca el frontón curvo roto que cobija una hornacina y un gran óculo que brinda luz natural al interior (Figura 3).
Figura 3: Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, c.1880. Fuente: Biblioteca Nacional del Perú. Archivo Courret, 22G8709.
Además de la devoción mencionada por parte de la sociedad limeña y de la figura de Manuel de Escobar, otro de los argumentos de peso que sostiene la importancia de Los Desamparados en el discurso artístico de la Lima del seiscientos se encuentra en su retablo mayor, el cual fue confeccionado por Diego de Aguirre con ayuda de Juan del Pando. Si bien no han llegado imágenes del mismo, se sabe que ambos artistas se comprometieron en 1670 a tallar un retablo en roble “provisto de remates y arbotantes” (Lohmann, 1946, p. 296) de tres cuerpos con una hornacina central, donde se colocaría la pequeña escultura de Nuestra Señora de Los Desamparados. Así, la autoría del escultor vasco asentado en Lima, Diego de Aguirre, constructor del retablo principal del convento limeño de San Agustín en 1672 y del retablo mayor de la iglesia de San Pedro, conduce nuevamente a señalar que la fábrica de Los Desamparados supuso un precedente y núcleo de relevancia de artistas y obras, tanto arquitectónicas como mobiliares.
Conclusiones
Tras la muerte del conde de Lemos el 6 de diciembre de 1672, el templo de Los Desamparados —que acogió un primer funeral y donde el virrey decidió que su corazón se colocara a los pies de la virgen en el altar— se estableció como un importante núcleo religioso y artístico. En este contexto, el virrey y Francisco del Castillo, conocido posteriormente como “El Apóstol del Perú”, obraron como sus artífices. No es de extrañar que en el siglo XVIII, en una pintura atribuida a Cristóbal Lozano, se hiciera eco esta devoción hacia el padre Castillo y lo ubicara como protagonista, además de retratar el aspecto de la nueva iglesia en el margen inferior derecho. Esta pintura sigue al grabado publicado en 1693 en la biografía del mismo Castillo, realizada por su ayudante y también jesuita Joseph de Buendía (Figuras 4 y 5).
Figura 4: Cristóbal Lozano (atrib). Francisco del Castillo con la virgen de los Desamparados, siglo XVIII.
Figura 5: El venerable padre Castillo. Fuente: Grabado del libro Buendía de, J. (1693) Vida Admirable, y Prodigiosas Virtudes del Venerable, y Apostolico Padre Francisco del Castillo, de la Compañia de Jesus. Madrid: Antonio Román.
En el siglo XVIII, en las pocas las noticias que han llegado del templo, se menciona que se tuvieron que arreglar las cubiertas tras el sismo de 1746, como sucedió en todas las construcciones limeñas. No obstante, parece que el fervor del pasado siglo seguía latente, ya que, si se observa el libro de las cofradías del archivo arzobispal de Lima, se menciona que en 1766 se estableció allí la Hermandad del Señor del Triunfo. Este hecho desencadena la solicitud al arzobispo de la exclusividad de colecta de limosna por parte de la hermandad de Los Desamparados durante las festividades de la Virgen, debido a la antigüedad de dicha hermandad en la tarea (Campos, 2014). Finalmente, la decadencia del conjunto se iniciaría en el siglo XIX, cuando los distintos sismos obligaron a su refacción en 1897, ya sin el arraigo profundo de la sociedad limeña y con una estética moderna alejada del estilo barroco, como es visible en algunas fotografías de la época (Figura 6).
Figura 6: Fachada De la Iglesia de Los Desamparados, Lima, 1921. Fuente: Archivo Histórico del Instituto Riva-Agüero.
El templo de Los Desamparados funcionó hasta 1938, cuando se construyó un jardín a espaldas del Palacio de Gobierno que nunca rivalizará con su época pasada. Antes de este final, sin embargo y de forma inédita, se ofrece en este artículo un inventario textual del propio templo. Es el último inventario publicado, producto de la sensibilidad del bachiller Dr. Eloy Ohiriboga, quien entrega a su sucesor, el Dr. Philipps, un testimonio directo del lugar: 5
Inventario de los objetos pertenecientes a la capellanía de Desamparados y del Baratillo, que el presbítero bachiller Dr. Eloy Ohiriboga entrega a su sucesor Doctor Belisario A. Philipps, 1937.
Desamparados
La sacristía consta de dos habitaciones, ambas entabladas; en la primera está la ornamentera que es de cedro, con un pequeño retablo tallado, en la parte central. La iglesia está pintada al óleo, interior y exteriormente; tiene una sola nave y dos torres. En una de las torres hay dos campanas: una mediana, majada y otra pequeña.
El coro alto tiene una ventana circular con lunas de colores. La puerta principal es nueva. En las paredes del crucero, hay cuatro ventanas provistas de rejas y lunas de colores. El piso de la iglesia es de madera; el del presbiterios, de mármol. Hay tres altares. El altar mayor es de mármol y tiene el frontal también de mármol; sobre el altar se levanta un ciborio forrado interiormente con seda blanca y con su respectiva llave. Más arriba está es tabernáculo que tiene el piso de mármol, y un transparente de vidrios con glacier. Sobre el tabernáculo está la imagen de Ntra. Sra. de los Desamparados, titular de la iglesia, adornada con una corona de plata. El Niño que tiene la Virgen, tiene en sus manos un mundo pequeño de plata, también las manos y sandalias son de plata. Más arriba se halla una estatua de S. José, adquirida por la congregación de S. José de señoras, establecidas en esta iglesia. A los lados se hallan las efigies de Sto. Toribio de Mogrobejo y Sta. Rosa de Lima. A la izquierda del presbiterio, frente a la sacristía, está la piscina y sobre ella una efigie de S. Juan Bautista. Al lado de la piscina, en la parte interior de la pilastra hay un pequeño nicho con una placa que contiene esta inscripción:
Yacen dos huesos del V.P. Antonio Ruiz de Montoya. Uno del V.P. Juan Ballosa, otro de V.P. Francisco del Castillo y el corazón del Exmo. Sr. Conde de Lemos, Virrey de estos reynos.
En la parte superior de las paredes laterales del presbiterio se hallan dos cuadros semicirculares. Entre el presbiterio y el cuerpo de la iglesia, hay una rejilla de fierro para comulgatorio. En el crucero, al lado del Evangelio, se halla un altar de estilo moderno, recientemente construido, que contiene, al centro, un hermoso crucifijo de madera grande, que fue salvado del mar cuando el terremoto del Callao del año 1746. A los lados hay dos efigies pequeñas de los Beatos Martín de Porres y Juan Marías. Debajo del Señor Crucificado está en una urna, la estatua yacente de S. Francisco Javier. Este altar tiene ciborio con llave. Frente a este altar hay otro de idéntico estilo, que tiene, en el lugar principal, la efigie del Sdo. Corazón de Jesús, obsequiada por el Iltmo. Sr. Arzobispo, Dr. D. Manuel Tovar, y las de S. Luis de Gonzaga y de la Beata Mariana de Jesús, de Quito. Este altar tiene ciborio cubierto interiormente con seda blanca. En el cuerpo de la iglesia hay: un púlpito fijo y las frente un crucifijo. Dos confesionarios nuevos, de estilo gótico. Cuatro braquetes de madera. Dos pilas de alabastro, para agua bendita. Una efigie de Jesús Nazareno, con su peana. Otra efigie de S. José con el Niño, también con peana. Un juego de Via-Crucis, que está canónicamente instituida. Un cuadro de las “Cuarenta horas”. Otro cuadro de indulgencias. Una alcancía. Un mamparón o cancel con grandes lunas de colores. Cuarenta y dos bancas charoladas y dos reclinatorios para estas. Un melodium, usado. Un reloj de pared que dá las medias horas. La iglesia tiene treinta focos de luz eléctrica.
Vasos sagrados
Una custodia de plata dorada, con piedras falsas. Un copón pequeño, de plata dorada. Un cáliz y patena de plata dorada. Una cucharita.
Ornamentos sagrados
Dos capas pluviales: una blanca y una negra. Diez casullas: tres blancas, en muy mal estado; tres rojas, dos negras, una verde y una violeta. Todas estas casullas están con sus respectivos manípulos, estolas, bolsas y velos. Cuatro dalmáticas: dos blancas y dos negras.
Ropa blanca
Seis cotas. Cinco albas. Cinco amitos. Siete cíngulos. Dos hijuelas o palias cuadradas. Dos hijuelas redondas. Corporales, purificadores y lavabos.
Libros
Dos misales: uno de ellos muy viejo. Un libro de Evangelios. Un libro de Epístolas.
Lámparas y candelabros
Una lámpara de metal de cinco luces. Seis candelabros medianos, de metal blanco. Sies candeleros de madera.
Flores
Un arco de flores doradas.
Cuadros
Un retrato, al óleo, de tamaño natural, del V.P. Francisco de Castillo. Otro igual del Exmo. Sr. Conde de Lemos. Uno pequeño de V.P. Castillo. Un cuadro de la aparición de la Sma. Virgen a S. Ignacio de Loyola y S. Francisco Javier. Otro de una santa. La Virgen del Perpetuo Socorro. La Virgen de los Dolores, con un marco elíptico. La Virgen de Chiquinquirá con algunas piezas de plata. Un cuadro al óleo, de San José con el Niño, que se atribuye a Velázquez. El Señor Nazareno. Un busto del Salvador. S. Ignacio de Loyola.
Diversos objetos
Un crucifijo de marfil, pequeño. Un juego completo de sacras con marco de metal y otro juego incompleto, con marco de madera. Dos atriles con incrustaciones de nácar. Un atril grande para las misas cantadas. Un par de vinajeras de cristal. Una cortina blanca bordada, para el tabernáculo. Dos conopeos blancos para el Sagrario. Un velo grande rojo para cubrir el altar mayor. Paños morados para cubrir todas las imágenes de los altares. Un soporte para la capa pluvial. Un lavatorio de loza y pie de fierro. Seis sillas antiguas. Una mesa grande de pino. Una sobremesa. Dos perchas: una grande y otra pequeña. Cuatro columnas cuadrangulares, de madera. Sies columnitas doradas. Cinco cajones de cedro de la ornamentera. Un Niño Jesús y su respectiva guardabrisa. Dos guadrabrisas.6
1. La primera biografía del padre Francisco del Castillo se debe a su ayudante de la Compañía de Jesús, el padre Joseph de Buendía. Este publicó Vida admirable (1693), tras la muerte del padre Castillo. Posteriormente, Vargas Ugarte a mediados del siglo XX encuentra un manuscrito del propio Francisco del Castillo —con testimonio idéntico al de Buendía— y lo publica con título Un místico del siglo XVII (1960).
2. Hacia la década de 1560 el templo de los Desamparados contaba con una gran feligresía. El hecho de que se cite que cada “quince o veinte días se gastaban setecientas formas” para dar la comunión refrenda esta afirmación. Si se tiene en cuenta la poca costumbre de comulgar diariamente, la población de Lima y el número de sus parroquias, este número se constata como verdaderamente elevado.
3. Archivo Nacional del Perú. Clero-temporalidades. 247 J. La licencia del Ayuntamiento fue supervisada por el Maestro Mayor de obras, Diego Maroto —que colaboró con Manuel de Escobar en algunos encargos posteriores— y del alarife Juan de Mansilla.
4. El profesor Jorge Bernales llegó a afirmar que esta portada de Los Desamparados Escobar madura los caracteres inconfundibles del barroco limeño, opiniones que comparten el Vargas Ugarte y San Cristóbal Sebastián, lo que enfatiza la importancia de este templo en el discurso de la arquitectura barroca peruana a finales del siglo XVII y su evolución en el siglo XVIII con los mismos planteamientos volumétricos.
5. Se agradece a José Luis Gonzales Navarro el acceso al archivo del Colegio de San Pablo de Lima, entre cuyos fondos se encuentra este estimable inventario que permite penetrar una época pretérita, un ambiente artístico distinto y un lugar hoy desaparecido. Las obras descritas en el inventario fueron reubicadas en parte en la iglesia de San Pedro en Lima, si bien en la actualidad buena parte continúa desaparecida y a la espera de necesarios trabajos por parte de la historiografía americanista.
6. Archivo del Colegio San Pablo, Lima. Inventario de Los Desamparados, s/n.
1. Basadre, J. (1945). El conde de Lemos y su tiempo. Lima: EE.AA.
2. Bernales Ballesteros, J. (1972). Lima, la ciudad y sus monumentos. Sevilla: CSIC.
3. Buendía de, J. (1693). Vida Admirable, y Prodigiosas Virtudes del Venerable, y Apostolico Padre Francisco del Castillo, de la Compañia de Jesus. Madrid: Antonio Román.
4. Campos, F. J. (2014). Catálogo de Cofradías del Archivo Arzobispal de Lima. Lima: Instituto escurialense de investigaciones históricas y artísticas.
5. De la Cruz, Fr. L. (s. XVII). América en el Mar del Sur, llamada Imperio de los Reinos del Perú. Manuscrito. Madrid: Biblioteca Nacional de España.
6. Glave, L. M. (2013). Entre la sumisión y la libertad, siglos XVII-XVIII. Lima: Derrama magisterial.
7. Lohmann Villena, G. (1946). El conde de Lemos y su tiempo. Madrid: Consejo superior de Investigaciones Científicas.
8. San Cristóbal Sebastián, A. (1992). Lima, estudios de la arquitectura virreinal. Lima: Epígrafe Editores.
9. San Cristóbal Sebastián, A. (2011). Arquitectura virreinal religiosa en Lima. Lima: Universidad Católica Sedes Sapientiae.
10. San Cristóbal Sebastián, A. (1997). Una teoría sobre la invención de las bóvedas de quincha. Revista histórica, XXI, pp. 293-315.
11. Vargas Ugarte, R. (1960). Un místico del siglo XVII. Autobiografía del venerable padre Francisco del Castillo de la Compañía de Jesús. Lima: Imprenta Gil S.A.
12. Vargas Ugarte, R. (1965). Pedro Antonio Fernández de Castro X Conde de Lemos y virrey del Perú. Lima: Editorial Universitaria.
Como citar este artículo
Panduro Sáez, Iván (2024). La iglesia del virrey: Los Desamparados en el ambiente artístico de la Lima del siglo XVII. Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas "Mario J. Buschiazzo". 54(2). Recuperado de https://iaa.fadu.uba.ar/ojs/index.php/anales/article/download/401/532?inline=1. Fecha de acceso: 17 de Marzo de 2025
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