Las construcciones de piedra de Teyú Cuaré (San Ignacio, Misiones): un caso de arquitectura lítica del siglo XX
El artículo «Las construcciones de piedra de Teyú Cuaré (San Ignacio, Misiones): un caso de arquitectura lítica del siglo XX», de Daniel Schávelzon, Ana Igareta y Matías Hernández; es una ponencia presentada en el 1er. Congreso Internacional de Patrimonio y Turismo Sustentable, realizado los días 19 a 21 de agosto de 2015 en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional del Nordeste.
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En marzo del 2015 iniciamos en Teyú Cuaré (San Ignacio, Misiones) un trabajo orientado a analizar los restos allí presentes de un conjunto arquitectónico histórico, construido en piedra, a la vera del río Paraná. Pese a ser parcialmente conocidas, tales ruinas no habían sido nunca relevadas de modo sistemático o exploradas arqueológicamente. De hecho no existían datos concretos relativos a la cantidad de construcciones y solo se disponía de datos aislados referidos a un par de edificios cubiertos por la abundante vegetación del lugar. Manejábamos entonces la hipótesis de que dichas estructuras habían formado parte del sistema reduccional de las misiones jesuíticas instaladas en la región de San Ignacio durante el siglo XVII y cuya arquitectura se extiende por en una amplia zona de influencia. Dado que era factible que algunos edificios hubieran sido reutilizados en tiempos posteriores -como se ha comprobado en otros sitios de origen jesuítico-, nos interesaba estudiar los procesos de modificación arquitectónica implicados en su reutilización. Sin embargo, lo que encontramos fue una instalación arqueológica de características completamente diferentes a las esperadas, íntegramente moderna y que en nada se relacionaban con antiguas estructuras reduccionales.
Cabe mencionar que el sitio arqueológico se encuentra ubicado en terrenos del Parque Provincial Teyú Cuaré, en una pequeña península rocosa de muy complejo acceso, la que se interna en el río Paraná y que en algunos sectores presenta acantilados de más de cien metros de altura que fue lo que dejó el sitio casi desconocido. La vegetación del lugar presenta la densidad y características propias de la selva paranaense (Cabrera 1976), lo que lo convierte en un espacio de difícil acceso si no es a través de sectores puntuales de su geografía. Teniendo en cuenta tal situación, no cabe duda que la elección de dicho sitio para la construcción de una instalación con arquitectura lítica respondió a una intención y motivos específicos por parte de sus constructores. No hay posibilidades de trabajar la tierra por las características del terreno sin humus.
Una primera revisión de la documentación histórica disponible permitió establecer que no existen escrituras ni registros catastrales que den cuenta de la presencia de edificios en dichos terrenos y que no figura tampoco en los mapas y planos de la región de los últimos tres siglos, con excepción de un plano de 1943 realizado por el Instituto Geográfico Militar en el que una única construcción aparece representada casi en el extremo de la península. Curiosamente, a tal escasez documental se contrapone un relato oral muy conocido a nivel local, que sostiene que Martin Bormann[1] (secretario personal de Adolf Hitler) se instaló en el lugar una vez concluida la Segunda Guerra Mundial y que permaneció allí escondido por años. Resultó difícil intentar rastrear el origen de tal leyenda o estimar por qué se suponía que fue él quien estuvo en el Teyú Cuaré y no cualquiera de los otros jerarcas nazis cuyo ingreso al país se encuentra bien documentado, sabiendo que Bormann murió en Berlín lo que ha sido probado con estudios de ADN hace más de treinta años (Martínez 1984; Camarasa 1992; Jackisch 1997).
Sin embargo, es posible especular con que la publicación en 1976 de un artículo en una popular revista nacional[2], en el que se mostraban fotos de extrañas construcciones de piedra en medio de la selva y se afirmaba sin evidencia concreta alguna, que se trataba de la casa misionera de Bormann, contribuyó a la construcción del mito. En tal sentido, la difusión que tuvo nuestro propio trabajo de investigación nos permitió observar como la propuesta vinculación del sitio con la llegada de nazis al país generaba especulaciones que excedían, por mucho, la información proporcionada por el registro material. La actual proliferación de formatos y dispositivos de comunicación digital parece haber agudizado un riesgo siempre presente en la divulgación de contenidos de actividades científicas: la presentación de la primera interpretación de un hallazgo como si se tratara del resultado final de la investigación. Así, los datos presentados al público en un artículo periodístico pueden quedar a una distancia astronómica de la información brindada por el arqueólogo, sin que éste –o para el caso, cualquier investigador- disponga de mecanismos efectivos para evitarlo.
El primer relevamiento de la superficie del sitio localizado en el Teyú Cuaré permitió establecer que nos hallábamos frente a las ruinas de una verdadera instalación habitacional, y que el par de edificios de los que se tenía noticia en realidad forman parte de un extenso asentamiento desarrollado en una superficie que incluía al menos una tercer gran estructura y docenas de péquelas construcciones, muros y murallas. Además de los tres grandes edificios de piedra existen los cimientos de un cuarto, un dique o tajamar, un arroyo canalizado, dos pozos de agua, varios pozos de basura, tres niveles de terraza en la ladera de un cerro, varias construcciones menores muy derruidas y docenas de fragmentos de diversos niveles de muros de piedra cuya función no hemos podido identificar aún con precisión.
Todas las estructuras relevadas fueron construidas utilizando bloques de piedra tallada, aunque se observan diferencias en la cantidad y calidad de trabajo empleado en las utilizadas en cada una. El material recuperado durante las tareas de excavación desarrolladas en parte de las construcciones permitió proponer que, en algunos casos, ello se debía a diferencias cronológicas –algunas estructuras son algo más antiguas que otras (hablando en años, no en siglos)- mientras que en otros reflejaba jerarquía entre estructuras contemporáneas. Los que consideramos como los edificios principales del conjunto presentan un trabajo de cantería mucho más cuidado que los que identificamos como dependencias secundarias-.
Por ejemplo, la denominada Estructura I, es una construcción ubicada en un pequeño desnivel natural del terreno cuyas características permitieron identificarla como una vivienda. Presenta un muro perimetral de bloques de piedra de cuidada manufactura e imponente aspecto, y tabiques internos de ladrillo revocado. Su diseño incluye una sala-comedor, dos dormitorios, baño, cocina y una habitación de servicio o depósito; ello, sumado a la presencia de restos de cañerías de agua, azulejos, pisos de baldosas y detalles de decoración en estilo Art Déco permitieron estimar que se trata de una estructura íntegramente construida a mediados del siglo XX y que su edificación en medio de la densa vegetación del lugar requirió de una extraordinaria inversión de tiempo y recursos.
La Estructura II, por su parte, es una edificación mayor, de dos pisos, cuya funcionalidad no hemos podido establecer aún con precisión dado que las características de su diseño resultan mucho menos diagnósticas que las esperables para una vivienda, estructura productiva o estructura de almacenamiento. Se trata de una construcción de planta irregular y muros perimetrales e internos de piedra, que debió alcanzar originalmente los cinco metros de altura total y que se desarrolló en dos plantas de acceso independiente. La planta baja, con frecuencia nombrada como sótano por la ausencia de ventanas y por el marcado grosor de las paredes, consta de dos pequeños recintos internos conectados entre sí y a los que se accede a través de una única puerta. Los muros perimetrales fueron construidos con el mismo sistema de bloques de piedra canteada observado en la Estructura I, un cajón exterior rellenado con piedras sin formatizar. El muro Oeste tiene un ancho total de cuatro metros, notable espesor para la pared de un edificio construido en medio de la selva y para definir una superficie interna que no supera los once metros cuadrados en el caso del recinto más grande. La arquitectura del piso superior falta casi por completo con excepción de algunas secciones de muros que aún permanecen en pie, pero amenazadas a muy corto plazo por las destructivas raíces de los higuerones que crecen sobre ellos.
Los aparejos murarios presentan interesantes variaciones: puertas, ventanas y ángulos exhiben un trabajo bien hecho y cuidadoso, mientras que los paños de los muros quedan definidos simplemente por bloques de piedras encimadas unos sobre otros. La singularidad del diseño de esta estructura no permitió identificar con precisión su funcionalidad original y aún continúa el análisis de diversas hipótesis alternativas.
El relevamiento permitió establecer que ninguna de éstas o de las demás edificaciones detectadas en el sitio exhibe rasgos que permitan relacionarlos con la arquitectura reduccional de la región. Ni la forma en que los bloques de piedra fueron trabajados, ni el aparejo con que están colocados, ni sus dimensiones, ni los otros materiales empleados en la construcción (clavos, tejas, baldosas) corresponden al período colonial (Nadal Mora 1946; Busaniche 1955; Gutiérrez 1985). Por el contrario, aunque el uso masivo de bloques de piedra sin junta puede confundir y mucho, todos los materiales empleados pueden ser íntegramente atribuidos al siglo XX como son los caños de hierro, azulejos, mosaicos, clavos industriales, ventanas de corte con sierra eléctrica. Tal propuesta resulta del todo consistente con los datos obtenidos del registro material mueble recuperado de las excavaciones, cuya cronología corresponde casi en su absoluta totalidad a piezas manufacturadas entre las décadas de 1910 y 1950, con una mayoría para las décadas de 1940 y 1950. La utilización de grandes piedras sin mortero le da al conjunto arquitectónico la apariencia de una antigüedad que en realidad no tiene, como bien permite establecer su uso combinadas con ladrillos asentados en cal, hierro industrial y madera cortada con sierra eléctrica; a ello se suma la presencia de revoques, el empleo de cemento, de herrajes y de carpinterías industriales en puertas y ventanas y de techos de chapa.
Por otra parte, entendemos que ciertas características de las construcciones solo pueden ser explicadas como el resultado de la acción de una mano de obra poco experta en la actividad, y de la falta de ciertos recursos que, sin embargo, eran relativamente fáciles de obtener en la región en dicho período (recordemos que San Ignacio está a 7 km del sitio y Posadas-Encarnación a 60 km). La conjunción de ambas características nos obligó a pensar los motivos por los cuales los responsables de su edificación eligieron emplear los recursos del lugar con las limitaciones que ello suponía, en vez de adquirir con un mínimo de esfuerzo otros que se adecuaban más al plan arquitectónico propuesto. La respuesta podría estar en su interés por no llamar la atención de terceros sobre una obra que por su emplazamiento, una vez terminada, pasó significativamente desapercibida incluso para los registros y autoridades locales.
Asimismo, el estudio de las características físicas de los diversos edificios detectados en el sitio puso en evidencia sus singularidades constructivas en el contexto general de la región para el período considerado, así como también el hecho de que algunos de ellos fueron un desarrollo arquitectónico novedoso, destinado a cumplir una función diferente a la de vivienda.
El registro material recuperado en asociación con las diversas estructuras incluyó una amplia variedad de elementos poco frecuentes en sitios de mediados del siglo XX en nuestro país, entre los que se destacan diversos productos de fabricación alemana, y cuya producción se ubica dentro de los límites del territorio entonces controlado por el Tercer Reich incluyendo monedas y recuerdos asociados a la guerra mundial.
Es muy posible, incluso probable, que el lugar haya sido construido por quienes recibieron el encargo de edificar en un sitio realmente inaccesible, una casa, construcciones accesorias y muros a su alrededor. La época, el silencio, los muchos recursos necesarios para todas estas obras aunque hechas sin llamar la atención, sin contacto con San Ignacio ni registros escritos, nos lleva a pensar en un lugar de refugio. ¿Fue usado? Eso rebasa nuestras posibilidades pero los pozos de basura muestran que sí, y por quienes tuvieron a acceso a objetos de gran lujo, no casualmente todos ellos provenientes de Alemania, pero sí lo eran cuando eran finos, y locales cuando eran simples. Finalmente no hay duda que Bormann no estuvo jamás allí ni en el país, pero muchos otros criminales de guerra sí vinieron y vivieron: ¿construyeron esto porque en los finales de guerra no sabían si serían bienvenidos como finalmente lo fueron? Estas son ya hipótesis, pero el sitio está allí, encerrado en la selva, pidiendo mayores explicaciones.
Daniel Schávelzon[3]
Ana Igareta[4]
Matías Hernández[5]
Bibliografía
Busaniche, H.
1955. La Arquitectura en las Misiones Jesuíticas Guaraníes. Editorial El Litoral. Santa Fe.
Cabrera, Á.
Regiones fitogeográficas de la República Argentina. En Enciclopedia Argentina de Agricultura y Jardinería . Fascículo 1:1-85. ACME, Buenos Aires.
Camarasa, J.
1992. Los nazis en la Argentina. Editorial Legasa. Buenos Aires.
Gutiérrez, R.
1985. La planificación alternativa en la colonia. Tipologías urbanas de las misiones jesuíticas. En: Urbanismo e historia urbana en el mundo hispano. A. Bonet Correa (coord.). Universidad Complutense. Madrid.
Jackisch, C.
1997. El nazismo y los refugiados alemanes en la Argentina. Editorial de Belgrano. Buenos Aires.
Martinez, T.
1984. Peron and the Nazi war criminals. Woodrow Wilson Center. Washington.
Nadal Mora, V.
1946. Estética de la arquitectura colonial y post-colonial argentina. Editorial El Ateneo. Buenos Aires.
Referencias
[1] Al igual que otros funcionarios del régimen nazi, Bormann no pudo ser localizado para ser juzgado por sus crímenes una vez terminada la guerra y se creyó que había huido fuera de Alemania. Pero en 1972, al excavarse para ampliar el tendido de un subterráneo en Berlín, fueron hallados dos esqueletos que habían quedado sepultados casi treinta años antes por la caída de una pared. En 1998 un análisis de ADN confirmó que uno de ellos era Martin Bormann, muerto en 1945, lo que terminó con las especulaciones sobre su posible huida a nuestro país o cualquier otro destino (Sognnaes 2001).
[2] Agustín Botinelli 1976. La casa de Martin Bormann. Revista Gente. N° 594, 9-12-1976. Buenos Aires.
[3] CONICET – Centro de Arqueología Urbana. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, UBA.
[4] CONICET – División Arqueología, Museo de La Plata. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP.
[5] División Arqueología, Museo de La Plata. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP.