El Noviciado – Casa de Ejercicios de la ciudad de Córdoba. Historia de un edificio y su recuperación arqueológica.
El artículo titulado “El Noviciado – Casa de Ejercicios de la ciudad de Córdoba. Historia de un edificio y su recuperación arqueológica” es un informe realizado por el arquitecto Carlos A. Page (CONICET – CIECS) para el Centro de Arqueología Urbana.
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Al decidirse la construcción de un edificio separado de la manzana de la Universidad, el proyecto para el Noviciado jesuítico fue encargado al maestro-arquitecto Johann Kraus en 1700. No llegó a concluirse debido a las diferencias entre el provincial y el general de la Compañía de Jesús. Igualmente cumplió su función entre 1700 y 1725. Pero luego fue destinado a Casa de Ejercicios hasta la expulsión en 1767. Casualmente llegó a nuestro tiempo la cripta de su inconclusa iglesia, redescubierta en 1989, luego de más de medio siglo de permanencia oculta bajo una avenida. Aportamos con este trabajo algunas desconocidas referencias históricas como su admirable descubrimiento arqueológico y recuperación arquitectónica.
El Noviciado de la Provincia Jesuítica del Paraguay
Fue la primera institución jesuítica que creó el provincial Diego de Torres al ingresar a Córdoba y designarla como sede de su jurisdicción. Por tanto en esta ciudad debía no solo instalarse el Noviciado, sino también el Colegio Máximo, Convictorio y otras instituciones como lo establecen las Constituciones ignacianas.
El provincial designó como Maestro de Novicios al P. Juan Romero, aunque se ausentó a la Primera Congregación Provincial realizada en Santiago de Chile entre el 12 y el 19 de marzo de 1607, donde fue elegido el primer procurador en Europa. Fue inmediatamente reemplazado por el P. Juan de Viana que comenzó dirigiendo cuatro novicios, teniendo como colaborador al P. Francisco Vázquez Trujillo. Ambos de dilatada actuación posterior.
Las construcciones de la “manzana jesuítica” todavía eran de incipiente factura y los novicios compartían un cuarto dentro de este ámbito urbano. Pronto el P. Torres hizo construir un edificio separado, y así lo manifestó en la Carta Anua del 6 de junio de 1610, cuando comenzaron las clases de filosofía: “base acabando en ella un buen cuarto con una capilla, para que los hermanos novicios tengan su habitación apartada de los estudiantes, aunque hasta que estos cumplan el cuarto año ternan juntas las quietes” 1. Y a ello le prestó personal atención hasta que a fin de ese año “quedó todo bien acomodado” 2. Tenemos más información del Noviciado en otras referencias que se escriben en la misma serie documental, como que en 1613 se especificó que se encontraba en “la parte más retirada de la casa, por demás la más cómoda (siendo construcción de piedra y con techo de tejas). Allí pueden dedicarse a su importante tarea y conversar con Dios, apartados de todo comercio humano” 3.
En la capilla de los Novicios mencionada, se realizó la II Congregación Provincial en la que participaron diecisiete sacerdotes. En lo sucesivo todos estos cónclaves se realizarán en Córdoba y en este ámbito.
El sucesor del creador de la Provincia del Paraguay, el P. Pedro de Oñate, al ver incrementado el número de novicios decidió trasladarlos al colegio de Tucumán. Pero sin tener sustento con que mantenerse, tan solo permanecieron un año y de regreso, ocuparon una casa en la Plaza Mayor. Efectivamente, en 1617 se mudaron a la esquina de las actuales calles Rivadavia y Rosario de Santa Fe. La propiedad primeramente fue alquilada y luego adquirida en 1614, funcionando originalmente el llamado “Colegio Convictorio de San Francisco Javier”, que en realidad era un seminario diocesano. Retomaron los estudios diecisiete estudiantes “con su capilla y sus clases” informaba el P. Torres4.
No obstante el objetivo del P. Oñate de tenerlos en casa separada fue cumplido por varios años. Así, en febrero de 1620 escribió el provincial que el Noviciado: “tiene buena casa, bastante, y capaz y como el pueblo es pequeño, nadie asoma allá” 5.
Los novicios permanecieron allí hasta 1628 en que la Congregación Provincial celebrada en Córdoba, y por orden del mismo general, decidió volverlos a la manzana del Colegio6 y alquilar la propiedad a la Real Aduana y Puerto Seco en 140 pesos mensuales. Finalmente esta casa los jesuitas la vendieron a fines de 1683, al capitán y obrero mayor de la catedral don Pedro de Torres en 1.200 pesos 7.
El motivo del traslado seguía siendo el escaso sustento de los jóvenes, que eran mantenidos con parte de las rentas de la estancia de Santa Catalina. Sobre su morada en la “manzana” trata el P. Zurbano en octubre de 16448, cuando relata los “aumentos del colegio”, relatando que se hizo una torre-campanario en la iglesia del colegio, una sacristía y un retablo con cuadros y que dice ser tan bueno que puede servir luego para la nueva (y actual) iglesia que se haría con los fondos donados por Manuel Cabrera. También como “aumento” habla de una capilla doméstica para las pláticas “que puede competir con las mejores de Europa”, describiéndola en detalle, incluso con cuadros de los santos jesuitas que deben ser los que después se llevaron a la iglesia del colegio que construye el francés Lemair. Y finalmente un tercer templo, la capilla de los novicios, donde se había colocado una Virgen que trajo de España el procurador.
Pero el edificio hecho construir por el P. Torres ya era añoso para 1667 y el provincial Andrés de Rada manifestó: “El noviciado, adjunto a este colegio fue edificado hermosamente en su sitio, más aislado y más devoto. El antiguo edificio amenazaba ruina” 9. Justamente en este año encontramos un resumen de los gastos de la capilla del Noviciado desde el año anterior. En este período se gastaron en jornales, 284 carretilladas de piedra de río, 386 de piedra de sierra, 446 fanegas de cal, 1.100 ladrillos que faltaron, 20 días acarreando arena, la suma de 10.879 pesos con 6 reales y se aclara al final “no entra en esta cuenta el costo de la portada de piedra que se esta haciendo en dicha capilla que se contará cuando se acabe” 10.
Para fines del siglo XVII, parece ser que ya no había tres templos en la “manzana jesuítica”, sino que además de la iglesia del Colegio estaba la iglesia del Noviciado, llamada en ocasiones Capilla Doméstica. Cuando el P. Francisco Burgés hizo una serie de denuncias contra de la construcción del Noviciado en otra manzana de la ciudad, se lamenta que los novicios perdieran su capilla y expresa sin desperdicio: “En el Noviciado unido al Colegio había una capilla interior hecha de cal y piedra. Hasta capaz y bien adornada de un retablo dorado, techo y paredes doradas y pintadas, que costó millones de ducados, o pesos digo, y lo más de ella ha de perder el Noviciado, pues fuera del retablo dorado, no puede llevar otra cosa, y para deshacer esto es forzoso maltratarlo, pues se doró estando ornado en el mismo lugar que está ahora. Y si se derriba la capilla (como parece forzoso, por no servirle de cosa al colegio, sino estorbo para su puesto) se perderá todo lo pintado y dorado de las paredes y techos, y con esos millones de pesos que costó, aunque se podrá aprovechar la piedra y madera” 11. Sin duda se refiere a la actual capilla Capilla Doméstica, y lo interesante es que señala que las paredes también estaban doradas y pintadas, hoy blancas, quizás cubriendo esas pinturas. Igualmente no esclarece que ese retablo sea el actual que parece contener elementos añadidos, como las columnas salomónicas.
Otro nuevo edificio para Noviciado
Las expresiones del P. Burgés surgen al estar en contra de la construcción de un nuevo edificio ubicado a unas cuadras del Colegio, impulsado por el provincial Lauro Núñez. Sus protestas, nada menos que al general en Roma, las hizo en carácter de procurador en Europa y provocaron una rispidez bastante complicada donde se llegó a intervenir la provincia con el visitador Antonio Garriga.
Pero las idas y venidas de los novicios parecían concluir con las adquisiciones de las estancias de Santa Catalina (1623) y La Candelaria (1683), además de la donación de una casa, ubicada en la esquina de las actuales Colón y Rivera Indarte, que se destinaría al Noviciado. Había sido propiedad de dos clérigos que ingresaron a la Compañía de Jesús. Eran los PP. Ignacio y Francisco de Vera Mujica Montano, hijos del capitán Luis de Mujica Arias Montano y la santiagueña Bernabela de Herrera, quienes además tuvieron otro hijo llamado Luis12, casado y con seis hijos.
El P. Ignacio fue capellán del monasterio de Santa Catalina, naciendo en Córdoba el 28 de febrero de 1649. Ingresó a la Compañía de Jesús en el verano de 1698, encontrándose dos años después en el Noviciado, donde ejercía de Maestro de Novicios el P. Lauro Núñez, que ese año reemplazó al P. Gregorio Orosco, sumando 28 miembros13. El P. Ignacio profesó sus últimos votos diez años después de su ingreso. Mientras su hermano menor Francisco, también nació en Córdoba, el 26 de noviembre de 1653, ingresó al Instituto en la primavera de 1703, profesando sus últimos votos en 171714. Fue predecesor del maestro Pedro Carranza, famoso cura de Río Segundo.
Ambos hermanos compraron la propiedad en el remate que hizo el Monasterio de Santa Teresa, al tener un censo el recientemente fallecido capitán Francisco de Vera Mujica, dueño de la casa que había heredado de su madre, habiendo pasado allí gran parte de su infancia. Por entonces, la añosa vivienda de la ciudad de Córdoba estaba compuesta por “una sala de cinco tirantes y una chimenea en ella, dos alacenas a los lados, dos aposentos seguidos hacia el Norte con puertas buenas, un traspatio hacia la huerta, un patio y en él otra sala y una tienda con puerta a la calle, un aposento con puerta al Sur y otro pequeño, que por todo son siete viviendas”, o cuartos. Se aclara en el documento que era una manzana completa, que valía 2.600 pesos y limitaba al norte con el río15 que llamaban Chiquito, que era un hoy inexistente desprendimiento del río Suquía. Deberían ser tierras bajas que con el tiempo fueron rellenadas, pues el río Chiquito desapareció y el Suquía en la actualidad se encuentra a seis cuadras.
El P. Ignacio al ingresar a la Compañía de Jesús y siendo heredero de su hermana Teresa, monja Catalina, hizo renuncia de sus bienes a favor de su hermano el 24 de marzo de 1700. Pero Francisco inmediatamente y aún antes de ingresar al Instituto donó la propiedad ante escritura “para la reedificación de su noviciado” el 6 de abril del mismo año.
En la noticia necrológica del P. Francisco Mujica, escrita por el P. Pedro Lozano en las Cartas Anuas, informando el periodo 1720-173016, se extendió en los acontecimientos, manifestando: “Lo curioso de este Padre es que ha muerto en la misma casa, en la cual había nacido el año 1653; pues esta casa se transformó de un modo singular en Casa del Noviciado”. No fue exactamente así, pues el P. Francisco no había nacido allí, sino que adquirió la casa con su hermano en 1690. Con los años el P. Ignacio fue destinado a Tucumán, donde falleció el 7 de mayo de 1711, mientras que Francisco falleció en Córdoba en 1726.
Y el P. Lozano, que no era mezquino para describir un acontecimiento, relata a continuación detalles de aquella donación del P. Francisco que no mencionan precisamente las escrituras: “la Casa de Probación era una dependencia del Colegio Máximo de Córdoba. Por aquel tiempo había ordenado el P. General que tuviese su casa propia, a fin de que los novicios se apartaren del bullicio de los ejercicios escolares para vivir con más recogimiento en su primera formación. El P. Provincial de entonces, Ignacio de Frías buscando un sitio acomodado a este fin, se aficionó a la casa paterna de nuestro Francisco. Mandó enseguida al novicio Ignacio Mujica hermano mayor, a hablar con Francisco, para que vendiese su casa a la Compañía por su justo precio. Al caer en cuenta de este plan, Francisco se propuso obstinadamente dificultar la venta. Fuese con esta intención a nuestro colegio para hablar en este sentido con su hermano Ignacio. Llegado al umbral del colegio, de repente se sintió detenido por una fuerza oculta percibiendo en su interior una voz arcana que le mandó de un modo suave y eficaz, que no sólo entregase su casa para el noviciado, sino a sí mismo a la Compañía. Sin más demora obedeció a esta insinuación divina, y presentándose a Ignacio, sin que este pudiera comenzar a hablar del asunto, le manifestó que al instante entregaría su casa por donación a la Compañía. Maravillado Ignacio, preguntó a su hermano, cómo sabía de qué asunto se trataría al llamarle al colegio y cómo tan pronto se pudo resolver a regalar su casa, sin tener todavía donde vivir en adelante, confesó Francisco sinceramente todo lo sucedido, y suplicó a su hermano, que le ayudase a ser admitido en la Compañía”.
El proyecto y obra inconclusa del maestro-arquitecto Johann Kraus
Ciertamente la casa había que reacondicionarla pues tenía sus largos años y para ello el general Tirso González autorizó el traslado y construcción del Noviciado en los siguientes términos: “y así vengo con mucho gusto en que se haga Casa separada del Colegio para Noviciado”. Con referencia a la construcción de la misma expresa: “cuanto antes se idee y ejecute la fábrica necesaria acomodada y capaz para Noviciado, así de estudiantes como de coadjutores”. Agregando más detalles: “si ha de ejecutar nueva fábrica encargo con todo aprieto que la planta que en ella se hubiere de seguir se mire y consulte muy bien primero, y una vez aprobada se siga sin variedad ni alteración; porque no pase lo que en la del Colegio de Córdoba, Tarija y otras partes en que según frecuentísimamente se nos escribe apenas hay Procurador que no quiera tirar sus líneas, cortar y talar, sin que sirva esta variedad de mas, que de hacer y deshacer con poca edificación de seglares con descomodidad de domésticos y con ninguna proporción y conveniencia de edificios” 17. Es que los arquitectos precisamente no abundaban.
Esta carta la escribió el general a comienzos de 1696, con lo que suponemos ya había pergeñado toda la adquisición el P. Lauro Núñez que acababa su primer mandato como provincial. Pero sus sucesores los PP. Simón de León e Ignacio de Frías continuaron con los mismos proyectos. Solo que ahora ya tenían el sitio y sobre todo el arquitecto, pues el general fue muy enérgico en las condicionantes proyectuales del edificio. De tal manera que luego de solucionado el tema de la casa donada por los Mujica, entró en escena el maestro-arquitecto Johann Kraus.
Este coadjutor era natural de Pilsen, Bohemia (hoy República Checa), nacido el10 de junio 166018. Los PP. Furlong y Leonhardt19, dieron a conocer una carta escrita en 1702 por el H. Kraus a su antiguo provincial Andrés Waibel. Allí el coadjutor menciona a Ruperto Blank, -de quien escriben los autores que en la carta- “recuerda con elogio y con cariño”, pues fue “quien le hizo amar el estudio de la arquitectura y le instruyó en su técnica”. El dato se repitió infinidad de veces, pero nadie se detuvo en indagar sobre este supuesto maestro Blank, a quien la historia no ha sido generosa con su pasado.
Recién volvemos a tener noticias del H. Kraus el 27 de octubre de 168520 cuando ingresó a la Compañía de Jesús de la provincia de Alemania Superior21, más precisamente en Landsberg. Posiblemente estudió allí o quizás en Ingolstadt, porque en ese Colegio profesó sus últimos votos el 2 de febrero de 1696. Casi un año después fue autorizado en Praga a viajar al Río de la Plata junto al H. Enrique Peschke. Y el 25 de marzo, ambos ya estaban en Sevilla22, aunque debieron permanecer otro año en España a la espera de una embarcación, partiendo de Cádiz a fines de abril de 1698.
Fueron reclutados por el procurador del Paraguay P. Ignacio de Frías, quien lo describe físicamente: “mediano de cuerpo, de pelo castaño, carirredondo, ojos sarcos” 23. Arribaron a Buenos Aires a fines de agosto de ese año.
Relatan sus biógrafos24, siguiendo la mencionada carta enviada por el H. Kraus al P. Waibel, que: “llegado a Buenos Aires, le destinaron los superiores a Córdoba, luego a Yapeyú y Santo Tomé, después a San Miguel y por fin a San Juan donde levantó el plano de una iglesia y ayudó al P. Sepp en la fundación de dicho pueblo, como anteriormente había ayudado a la fundación del de Santo Tomé”. Pero solo estuvo un año en las reducciones y el resto de sus años en el Río de la Plata (1698-1714) estuvo probadamente en Córdoba y Buenos Aires. Precisamente en esta última ciudad trazó el plano de la iglesia que construyó en parte junto con su colegio. Pero en Córdoba trabajó tanto en obras complementarias del Colegio Máximo y su iglesia, como en los proyectos del Convictorio y el Noviciado.
Efectivamente, una vez efectuada la donación de la casa de los Mujica, el provincial Frías debió comenzar las obras que siguió el P. Lauro, que incluían la demolición de la casa y la construcción de una iglesia, como la incorporación de otra botica independiente de la del colegio. Aunque los novicios la ocuparon de inmediato, mientras se desarrollaban las obras. El mencionado P. Burgés expresa la participación del H. Kraus denostando al provincial: “más el P. Lauro quiere magníficos edificios, y para ese fin ha traído al Hermano Kraus al Noviciado de Córdoba, el único artífice que hay en toda la provincia, privando de él al Colegio de Buenos Aires, que necesita de casa, por caerse lo que tiene” 25. Tal decisión no fue del agrado del general Miguel Ángel Tamburini y mucho menos de los porteños que se privaron del hacedor de su colegio e iglesia. De tal forma que el general mandó suspender las obras por carta del 13 de abril de 1713, argumentando que: “no hay necesidad de hacer una iglesia tan magnífica, que sería inútil, aunque estuviese muy rica. Ordeno que se suspenda la fábrica de dicha iglesia26. Seguidamente y también influenciado por las acusaciones del P. Burgés y del flamante visitador Antonio Garriga, ordenó que se construya otro edificio más modesto dentro de la “manzana jesuítica”, también proyectado por el H. Kraus y que quedó habilitado en 1725 con salida a una calle lateral (Caseros), tiempo después del fallecimiento del H. Kraus, ocurrido en 171427. En la mencionada Carta Anua del período 1720-1730, redactada por el P. Lozano, expresa: “Se ha construido toda la casa desde sus fundamentos con cal y ladrillo y con bóvedas, muy hermosa y cómoda para su fin especial” 28.
Luego de trasladarse al nuevo Noviciado de la manzana, el inmueble con su iglesia inconclusa se destinó a Casa de Ejercicios, dependiente del Colegio, donde el donante Francisco Mujica, permaneció hasta su muerte, acaecida al poco tiempo. El nuevo destino de la propiedad, aunque ya venía funcionando como tal, fue oficialmente declarado en 1726 por el general, quien expresó: “es mi voluntad, quede destinada, para Casa de Ejercicios la, que lo era de Noviciado en la Ciudad de Córdoba, ordenando, al mismo tiempo, que ninguno de los nuestros viva en ella; sino que mientras no estuviere empleada con Ejercicios, la habite, y cuide un secular de satisfacción, si fuere necesario” 29.
En la casa de los Mujica se había comenzado a construir la cripta de una gran iglesia que, con la mudanza ordenada por el provincial Luis de la Roca, ordenó por un memorial del 26 de diciembre de 1724 que: “después de Cuaresma se mudará el Noviciado, y se tapiará la puerta por donde ahora se baja á la Capilla”. Arriba de ella había quedado la iglesia inconclusa de la que tenemos noticias por los inventarios de la expulsión, como veremos más adelante. Mientras tanto en el año 1736 el provincial requirió de sus consultores a fin que determinaran la conservación de la casa del “Noviciado de abajo”, para dar los Ejercicios a los hombres “y que atento a no servir de nada a la Provincia, se la diese al Colegio para que este, como suyo la cuidase, y retejase, y compusiere con tiempo para que no se arruine más de lo que está” 30.
Cinco años después los consultores querían llevar el Noviciado a la estancia de San Ignacio, argumentando que la Casa de Ejercicios, es decir al antiguo Noviciado “a grandes pasos se va derrumbando, en breve se hará inútil y así el nuevo [el de la manzana] podrá servir para casa de ejercicios de los seculares, y juntamente para el oficio de procuradores de Provincia: y es mucho de notar que esta casa está muy incómoda en su disposición para el fin para el cual fue hecha, que es para la habitación de los novicios y tercerones” 31. La mudanza no se efectuó y las funciones edilicias de cada uno siguieron como antes.
Como dijimos más arriba al tiempo de la expulsión se realizó un inventario del antiguo Noviciado, practicado por Lorenzo González y el maestro-arquitecto Joaquín Marín, donde se mencionó que el edificio: “comprende tres patios, él primero tiene cuatro aposentos, en el paso que va al segundo ay dos, en el segundo patio siete aposentos, comprehendido el refectorio, en el paso del segundo al tercero ay dos aposentos y en el tercer patio hay cuatro, y un lugar común (baño)”. También detallaron la huerta y su noria, los muebles, cuadros y otros enseres. Finalmente se describió: “Una iglesia subterránea de tres naves por concluir, con cincuenta pies de largo, y once de ancho, con cuatro arcos de ladrillo, y cal, las columnas de piedra sin labrar, y un panteón ala entrada de veinte pies de largo, y once de ancho todo en bruto que se tasó por el Maestro Arquitecto en 6.550” 32, suma que con los otros bienes inventariados llegaba a la cantidad de $ 15.812,70” 33.
En un nuevo inventario practicado en el mes de julio de 1771, ya hasta se había perdido la memoria de su función, mencionándose: “Un edificio subterráneo que no se puede reconocer el fin de su destino, de veintisiete varas de largo y catorce de ancho; obra fornida de arquería, con tres naves, repartida de piedra de cerro, cal y ladrillo, con seis varas de alto, desde el suelo hasta la clave de la bóveda, con doce claraboyas” 34.
Los inventarios se sucedieron, más teniendo en cuenta que el edificio había sido reclamado por los betlemitas para instalar un hospital. Primeramente fue concedida su posesión y luego su propiedad. Pero el estado del edificio no era muy bueno, como lo expresó el presidente de la Junta Municipal al por entonces gobernador Juan José de Vértiz, en carta del 18 de agosto de 177135.
Al decidirse la entrega del edificio a los religiosos en ese año, se nombraron como tasadores a los maestros de campo don José Rodríguez y don Joseph de los Reyes. Primeramente midieron el terreno de 142,5 varas en sus cuatro lados, tasándolo en 1.500 pesos, sin contar los muros de adobe y rafa de cal y piedra, y por partes de cal y canto que se tasaron por separado en la suma de 2.000 pesos, lo cual deja entrever el bajo valor de la tierra. Luego describieron y tasaron el edificio de la cripta, señalando que estaba compuesto de: “una bóveda o panteón, con veinte y dos varas de largo, y catorce, y dos tercias de ancho, con veinte, y seis arcos entre chicos, y grandes, y ocho claraboyas al sur , y norte, es de tres cañones, uno principal y dos a los costados, que se corren en contorno hasta las testeras, cuyas paredes tienen de grueso, una, y cuarta varas, y en la testera Principal un cuarto de Bodega, con cinco y cuarta varas de ancho, y seis y cuarta norte sur de largo con dos cumbreras todo de cal, ladrillo, y piedra del cerro, obra fuerte, y enteramente sana; su altura desde el piso, hasta la de la Calle, cinco, y dos tercias varas”. Dicha construcción la tasaron en 6.300 pesos. Pero agregaron un dato muy interesante cuando siguieron la descripción de la construcción que había arriba de la cripta: “Por ciento y cuatro varas de Pared, que tiene la Iglesia nueva, cosa de una vara fuera del piso inclusive, las paredes de las torres y los gruesos, que son una, y tres cuartas varas de cal y piedra del cerro”, incipiente construcción que tasaron en 800 pesos. Pero además de la cripta y la iglesia inconclusa se hallaban una serie de cuartos: “veinte, y cinco”, “con tres patios”. Allí se encontraban el refectorio, cocina, “repartidor, y uno caído”, dos lavaderos de carne y un aguamanil. Todos estos cuartos de diversas medidas, “hacen por todos, sesenta y un tirantes con sus enmaderado correspondiente, y enladrillados, con corredorcillos de cañería, y pasadizos, muy maltratados sus cimientos y paredes”. Pero que así y todo, tasaron en 3.000 pesos. También en la huerta había una noria cerrada con una bóveda de cal, piedra y ladrillos, tasada en 1.200 pesos; además de un sótano ubicado en el segundo patio. De esta manera la tasación, firmada por los mencionados Rodríguez y Reyes el 29 de octubre, se elevó a la suma de 15.250 pesos, agregando los tasadores que “merecen los edificios que se nominan, así por hallarse totalmente mal tratados, como, por ser su altura poca, y las puertas, cimientos, y ventanas destruidas”. Pero los betlemitas arreglaron el edificio, como se desprende del reclamo que hizo el P. Juan de la Concepción a Vértiz el 23 de enero de 1772, consultándole si se les devolvería el dinero gastado en la reparación, en el caso de que no les otorgare la propiedad36.
Cuando efectivamente se les concedió el edificio en propiedad a los betlemitas y estos pudieron terminar con el nuevo hospital que estaban construyendo, decidieron fraccionar y vender el edificio de la antigua Casa de Ejercicios.
En 1780 el jesuita José Cardiel, luego de exponer en el exilio una relación sobre la tradicional práctica religiosa de los Ejercicios, expresa en su magnífico compendio de la Historia del Paraguay que: “En Córdoba había para estos ejercicios un colegio dejado, que fue noviciado” 37.
La desaparición del edificio y los hallazgos arqueológicos
Varios propietarios fueron poseedores del antiguo Noviciado y luego Casa de Ejercicios de los jesuitas. Incluso se levantaron edificios, pero siempre perduró la cripta de la iglesia. Solo que fue hasta 1928, cuando el Plan Regulador de la Ciudad de Córdoba, realizado por el ingeniero Benito J. Carrasco a instancias del intendente Emilio E. Olmos, contempló que se ampliara la calle Colón38. Con la expropiación correspondiente y la demolición del edificio de la familia Abarca, quedó a la luz la cripta, la que se decidió rellenar para que sobre ella pasara la moderna arteria. Únicamente se demolieron sus bóvedas y el resto se cubrió. Este hecho fue un verdadero atropello para los historiadores y arquitectos que ya por esa época sentían sensibilidad por la conservación de los edificios históricos. Uno de ellos, Monseñor Pablo Cabrera disertó sobre el “Noviciado Viejo” el 11 de agosto de 1928 en el Museo Histórico39. La conferencia fue publicada en una de sus obras, llamando a la reflexión de sus miembros y concluyendo “en armonía con las finalidades tan nobles y elevadas perseguidas por la Junta adoptad al respecto una resolución” 40. Pues se pretendía rescatar el edificio histórico, aunque sin una propuesta concreta dentro de un contexto de arrolladora modernización urbana.
Unos años antes, en 1921, el arquitecto Juan Kronfuss publicó un relevamiento de la cripta jesuítica (Fig. 5), edificio que consideró importante al tratarse de los pocos que quedaban del periodo colonial41. Con escasa información histórica llegó incluso a describirlo ligeramente, aunque formulando varias hipótesis sobre su factura. En los cortes señaló un supuesto nivel de piso interior y exterior. Este último lo advirtió de las ventanas cenitales hoy tapiadas, que se ubicaban tres en cada nave lateral. El arquitecto planteó la teoría que la cripta se la hizo “buscando cimientos firmes, o mejor dicho la capa de arena” 42. Pues como vimos anteriormente sobre ella se edificaría una iglesia suntuosa y recordemos que eran tierras del lecho del desaparecido río Chiquito. Y en el relevamiento aún pudo observar la cubierta de bóvedas con un radio de 1,50 metros, cortadas luego con el ensanche de la avenida. También desmintió un rumor extendido en la época sobre la existencia de un túnel que comunicaba el Noviciado con la Universidad.
A ambos laterales de una recámara central por donde en la actualidad se ingresa, dibujó en la planta otros dos ambientes a los que le puso un signo de interrogación y que el ingeniero Edelstein considera que son pilares “macizos aparentemente”, como bien lo dibujó anteriormente el P. Grenón en 1928. Incluso Edelstein asegura que el muro norte de la capilla funciona como cimiento del edificio “La Continental” 43. Terreno que por los años de la ampliación vial era propiedad de Ernesto Moro que vendió a la compañía en trescientos pesos el metro cuadrado. Se le encargó el proyecto del racionalista edificio al arquitecto Jorge Bunge, concluyéndose en 193844.
La reaparición de aquellos restos arqueológicos, ocultados con la ampliación de la arteria, fue un hecho fortuito que se produjo al estar realizando un zanjeo los empleados de la empresa telefónica estatal ENTel, a principios del mes de abril de 1989. Fue entonces que aparecieron los antiguos muros y nuevamente se escucharon voces que bregaban por su preservación, como Efraín U. Bischoff, quien publicó una extensa nota aclarando lo que se había encontrado una semana antes45. También el abogado Rogelio Croce se sumergió en una campaña mediática, insistiendo ante las autoridades y medios periodísticos sobre su recuperación, en un contexto económico y político difícil. Por cierto que hubo quienes de lleno se opusieron a las obras con un tinte opositor como Emilio Olmos46. Incluso la prensa no entendió que era una obra delicada y arremetía con titulares adversos a la obra como “La cripta, un calvario en Rivera Indarte al 200” 47, dándoles la palabra a quejosos vecinos quienes expresaban que las obras “han motivado un generalizado repudio entre los comerciantes y vecinos del sector”. El verdadero calvario fue para los celosos profesionales intervinientes que debieron soportar estas críticas injustas y hasta expresadas con zaina.
Era por entonces intendente de Córdoba el sanjuanino Ramón Bautista Mestre. Lo fue durante dos periodos que se extendieron entre 1983 y 1991, destacándose por el emprendimiento de una importante obra pública, cimentada en su secretario de desarrollo urbano el arquitecto Guillermo Mariano Irós. Ya este gobierno había recuperado el edificio del Cabildo, ocupado por la policía en tiempos de la dictadura cívico-militar. Allí habían emprendido excavaciones y recuperados ámbitos subterráneos, correspondientes a construcciones anteriores.
El gobierno de la ciudad inmediatamente se puso al frente de la tarea de resolver el futuro de estos restos arqueológicos, siendo los arquitectos Guillemo Irós y Roberto Ghione los proyectistas, acompañados del ingeniero Eduardo Baldi que tuvo a su cargo los cálculos estructurales. Lo primero que se realizó fue la excavación, donde intervino el arquitecto-espeleólogo Livio Incatasciato (1936-2012) y su equipo, quien observó los anclajes de un entrepiso y confirmó la existencia del osario señalado en 192448, recogiendo además diversas piezas arqueológicas (botellas, cacharros, artefactos) que en su momento fueron depositadas en el Cabildo, mientras que los huesos humanos se dejaron en su sitio. Luego se consolidaron los antiguos muros con un refuerzo estructural externo de los mismos para soportar su nueva cubierta que sería nada menos que gran parte de la calzada de la avenida Colón. Con esto quedaba concluida la primera etapa, luego se siguió escavando, limpiando cuidadosamente los muros y desarrollando el proyecto de obras complementarias que incluyeron accesos, cafetería, sanitarios, información y depósito, a las que se propuso un plazo de 90 días para su ejecución. Se enfatizó en el proyecto destacar la diferencia entre la estructura edilicia antigua con los aditamentos modernos, por otra parte necesarios para su recuperación.
Pero las obras estuvieron cargadas de dificultades a las que bien hizo referencia el ingeniero Edelstein, señalando el carácter invasivo de instalaciones de infraestructura urbana de distintas épocas, en uso y en desuso. La obra fue replanteada el 28 de mayo de 1990 a partir de una definida estrategia de programación de obra.
Se proyectaron dos accesos, por calle Rivera Indarte, a ambas márgenes de la avenida Colón, que se unían en un hall de ingreso al antiguo edificio, al que se le dio un nivel de piso de 0,40 m por debajo de su nivel de piso original, aunque los muros descienden un metro por debajo. El nuevo nivel de piso fue cubierto con un solado de cerámicos y mármol. Para la ventilación de la cripta se instalaron tres conductos que sobresalen sobre la vereda.
Finalmente las difíciles obras se inauguraron el 16 de octubre de 1990 con una muestra del pintor Miguel Ángel Budini49. Anteriormente y por decreto provincial Nº 727 del 20 de marzo de ese año fue declarado Monumento de Interés Provincial, sin embargo y en su momento, no fue considerado para formar parte del Patrimonio Jesuítico cordobés declarado por la UNESCO.
Reflexión final
Los restos arqueológicos, tan bien descriptos en otros tiempos, se componen de una nave central y dos laterales con una estructuración secuencial en tres tramos y un esquema en cuadrícula ordenada por módulos. Por tanto señala Ghione, “todo el edificio está ordenado por un patrón geométrico especial cúbico” 50.
Las gruesas columnas que dividen las naves tienen una longitud aproximada de 1,80 metros. Son de piedras graníticas y llevan hornacinas con arcos cuyas terminaciones son de ladrillos, que si bien tienen la función estructural de alivianar su masa, creemos que servirían para ubicar imágenes, resolviendo un esmerado diseño.
El techo desaparecido era de bóvedas de arista en los tramos principales de la nave central y de medio punto en espacios intermedios, mientras los pisos eran de ladrillos, también desafortunadamente desaparecidos.
El antiguo ingreso a la cripta estaba ubicado del lado opuesto al actual, compuesto de una escalera que se asentaba sobre una bóveda de ladrillos del que hoy pueden verse vestigios. En ese muro existe parte de una escalera angosta, de principios del siglo XX, que reemplazó aquel original ingreso pero que llegaba a un nivel de piso más alto.
Hay indicios que una escalera bajaba hacia un nivel inferior del que da cuenta el mismo Kronfuss cuando expresa: “existe un sótano llamado “el noviciado”. Abajo del sótano hay otro, porque la altura total fue subdividida hace algunos años” 51. Quizás en ese entonces se removieron los pisos de ladrillo originales.
La recuperación de estos restos arqueológicos, aunque en su momento sin suficiente información histórica, representan una de las intervenciones más afortunadas que se realizaron en el país en los últimos 25 años. Más teniendo en cuenta el desarrollo de su historia, donde una importante tipología arquitectónica de la Compañía de Jesús (Noviciado), fue negada históricamente hasta que se perdió en el tiempo, sobre todo en 1928 cuando se la cubrió por completo. Sin embargo otra posición frente al patrimonio arquitectónico hizo recuperar parte de ese gran edificio desaparecido medio siglo después. Aunque su ejemplo aún sigue siendo un hecho aislado frente a las tradicionales atrocidades que se cometen en la actualidad. Pero vale la pena resaltar esta obra una vez más, como emblema y testimonio de un tiempo en que se puede seguir pensando nuestro patrimonio.
Archivos citados
- Archivo General de la Nación (Argentina) (AGN)
- Archivo Romano de la Compañía de Jesús (Italia) (ARSI)
- Archivo de la Provincia Argentina de la Compañía de Jesús (Argentina) (APASJ)
Bibliografía
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Referencias
1 “Quietes” se refiere a la sobremesa que tenía la comunidad después de las comidas o a descansos que se otorgaban.
2 Page, 2004: 27. Leonhardt, 1927: 69.
3 Page, 2004: 34.
4 Luque Colombres, 1980: 147.
5 Page, 2004: 71.
6 AGN, Biblioteca Nacional, Leg. 69, f. 110-113, Tomo A, Consultas desde 1731 hasta 1747.
7 Luque Colombres, 1980: 147 y 270.
8 Ibíd: 131-132.
9 Page, 2004: 213.
10 AGN, Sala IX, 6-9-3, Por el gasto de la obra de la Capilla del noviciado que se empezó a primero del año abril de 1666 a este primero de abro de 1667.
11 ARSI, Paraq. 12 (Histor. 1667-1785) f. 121v.
12 Luque Colombres, 1980: 175.
13 ARSI, Paraq. 4.2, ff. 486-487.
14 Storni, 1980: 194-195.
15 Luque Colombres, 1980: 238.
16 Page, 2004: 282-283.
17 APASJ, Cartas de los Generales, 9ª carta – 2ª via 31-I-1696 de Tirso Gonzalez al Prov. Lauro Núñez.
18 Huonder, 1899: 145. Este autor, primer biógrafo de Kraus, da como fecha alternativa la del 7 de setiembre de 1659, siguiendo el Catálogo de Germania Superior como lo hace Storni (1980: 155). Pero es posible que el jesuita suizo haya tenido acceso a su hoy desaparecida partida de bautismo, aunque quizás se refiera al Catálogo del Paraguay de 1710 que coincide con la primera fecha (ARSI, Paraq. 4-2, (Cat. Trien. 1669-177), f. 489v.). En cambio en otros como el de 1710 da como fecha de nacimiento la de 8 de octubre de 1653, con la también inverosímil fecha de ingreso al Instituto del 27 de octubre de 1677 (ARSI, Paraq 6, (Cat. Trien. 1703-1762), f.40). Leonhardt y Furlong (1921: 127) dan el 10 de junio de 1664 sin citar fuente. El resto de los autores repita al azar sin justificar.
19 Leonhardt y Furlong, 1921: 56.
20 Storni, 1980: 155.
21 Para Huonder ingresó el 28 de octubre de 1689.
22 Pastells, 1923: 393 y Borges Morán, 1997: 287.
23 Pastells, 1923: 385.
24 Leonhardt y Furlong, 1921: 52.
25 ARSI, Paraq. 12 (Histor. 1667-1785), f. 122v.-123.
26 APACJ, Carta de los Generales, 4 de abril de 1713 (2ª carta).
27 Page, 1999: 85 a 88.
28 Page, 2004: 299.
29 APACJ, Cartas de los generales. M. A. Tamburini. 22 de junio de 1726 (2ª carta).
30 AGN, Biblioteca Nacional, Leg. 69, f. 51v. Tomo A. Consultas desde 1731 hasta 1747.
31 Ibíd, f. 110 a 113.
32 AGN, Sala IX, 21-9-2, Temporalidades de Córdoba, Legajo 1 (1767-1769).
33 Barbero, 1998: 40.
34 Cabrera, 1930: 214.
35 Ibíd.
36 AGN, Sala IX, 21-10-5, Temporalidades de Córdoba. Correspondencia (1770-1776).
37 Cardiel, 1984: 64-65.
38 Page, 1993.
39 Bischoff, 1975: 39-40.
40 Cabrera, 1930: 209-216.
41 Kronfuss, 1921: 38.
42 Ibíd: 45.
43 Edelstein, 1997: 24.
44 Page, 1992.
45 Bischof, 1989.
46 Olmos, 1989.
47 La Voz del Interior, 25 de mayo de 1990.
48 La Voz del Interior, 5 de julio de 1924.
49 Bischoff, 1992: 384.
50 Ghione, 1991.
51 Konfuss, 1921: 44.