Cien botellas: Un hallazgo casual en el convento de Santa Catalina de Buenos Aires (excavación 2001)
El artículo titulado “Cien botellas: un hallazgo casual en el convento de Santa Catalina de Buenos Aires (excavación de 2001)”, escrito por Daniel Schávelzon el 19 de julio de 2005, es un informe preparado para el Centro de Arqueología Urbana.
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Presentación
Los trabajos de rescate arqueológico generan información y objetos, como todo trabajo arqueológico. A veces abre las puertas a estudios detallados y cuidadosos, pero en la mayoría de los casos la velocidad del trabajo de obra y el desconocimiento del personal –y los profesionales- involucrados, hacen que mucho se pierda ya que son efectivamente eso: rescates. Este es un caso que hubiese sido bueno de analizar mejor pero que fue imposible, perdiéndose parte de la información contextual y de los objetos mismos. De todas formas y dada la cantidad y variedad de información que surgió de la excavación y rescate hechos en el convento de Santa Catalina de Siena en el año 2001, vale la pena detallarlo (Schávelzon, comp. 2003).
En ese convento se hizo un trabajo de rescate generado por las obras de remodelación que se estaban realizando. Dada la envergadura del trabajo, en el que el equipo arqueológico era mínimo en personal y sin recursos económicos reales, resultaba imposible estar en todas partes a la vez por lo que aceptamos que todo nos superaba ampliamente. Pese a eso se decidió separar en dos las actividades: una fue la excavación lo más sistemáticamente posible de la gran letrina del siglo XVIII que se encontró y cuyos resultados ya han sido publicados (Schávelzon y Silveira 2005, 2006). Por la otra parte se hicieron rescates: ir detrás de los operarios en la apertura de pisos y canalizaciones extrayendo todo lo posible. Pero eran cientos de operarios trabajando a la vez, de diferentes empresas contratistas, y en varios pisos y patios, lo que hacía que el arqueólogo llegara tarde para ver el inicio de cada operación o poder seguirla de forma constante. Ya se ha publicado lo hecho, tal como citamos anteriormente, e incluso algunos casos especiales como fue uno de estos hallazgos hechos en la canalizaciones nuevas que consideramos como un “exorcismo no reglado” encontrado en el patio del claustro (Schávelzon 2011). También la restauración de dos grandes cerámicas del siglo XVI o inicios el XVII hecha en cerámica de tradición indígena y pintadas de rojo, con formas hispánicas y con dibujos hechos con pintura blanca (Frazzi 2001).
El sector ya demolido que forma ahora un patio alargado en la zona Norte del conjunto era la unión entre los dos claustros, allí se inició una canalización de 50 cm de ancho que atravesó todo ese patio en dirección al Este y tras girar 90 grados seguía hacia el Sur por lo que fuera el exterior a la construcción, por la antigua huerta, hasta el bloque de la Enfermería que fue demolido en esa parte. El sector norte mantiene en su parte superior el nivel original por lo que aun conserva información para el futuro, ya que fue sellado al hacerse el segundo claustro del convento. Hoy la zanja Norte y la Este han quedado dentro del muro que separa el convento del estacionamiento que se hizo a su lado en el año 2003. Para que los niveles pudieran estabilizarse quedó un pequeño desnivel de tierra salvado con un arco donde había un gran árbol.
Mientras se hacía la zanja en la zona Norte se encontraron las dos grandes vasijas ya descritas y un largo albañal que fue relevado pero no pudo salvarse. En el punto en que esa zanja giraba hacia el Este, a menos de un metro de distancia, los operarios comenzaron a extraer botellas enteras las que dejaron a un lado y siguieron trabajando rompiendo otras al excavar. Lamentablemente al enterarnos la maquinaria ya había pasado el sitio y lo que encontramos, además de las botellas, fue una enorme cantidad de vidrio quebrado del mismo tipo, mostrando que la cantidad de ellas era sin duda mucho mayor, pero homogéneo. El total recuperado fue de veintisiete botellas enteras y quedaban evidencias que mostraban que habían sido enterradas de punta, con el pico hacia abajo, formando un posible rectángulo y que debieron ser –imposible contar los fragmentos o siquiera juntarlos-, cerca de cincuenta botellas; al menos se contaron diecisiete picos y se observaron varios más quebrados o aplastados por la rotopercutora usada en la excavación de las zanjas.
Todas las botellas encontradas, enteras o fragmentadas, pertenecían a sólo dos marcas y resulta interesante que a primera vista parecen ser idénticas, o al menos muy similares entre sí en forma y color.
Las botellas de Krondorf
Las botellas de agua mineral marca Krondorf son cilíndricas, color verde oscuro aunque no tanto como las tradicionales de vino producidas en Inglaterra, con pico redondeado para poder ser bebidas sin vaso, directo desde la botella. La marca estaba impresa en relieve en la base con la inscripción para nuestro país de Julio Kristufek, su importador y a quien se le hacían las botellas especialmente, abajo decía Buenos Aires ya con “i” latina (pos 1900-10) y en el centro la marca Krondorf, todo en letras de imprenta de igual tamaño. Cabría aclarar que cuando publicamos una de estas botellas por primera vez, el importador se había leído como Kristofer ya que la impresión, como muestra el dibujo, era poco legible (Schávelzon 1991: 126). Los únicos concesionarios para su venta eran Bargiela, Posada, López y Cía., en las calles Alsina 970 y Moreno 955. La publicidad que Krondorf hacia para 1900 se basaba en que se vendía en la ciudad un millón de botellas, lo que de ser cierto explica por que los moldes especiales para el importador, cosa que no hemos visto aun en otros países. Era un tipo de agua mineral que era vendida en el mundo entero y sabemos de botellas en Rusia, Polonia y Estados Unidos. El precio la hacía accesible ya que comparada con otras bebidas en 1889 valía 80 centavos. Mientras que un “refresco” valía de $ 4 a 5, las demás aguas con que competía estaban todas en ese valor, salvo las locales o los sifones que bajaban hasta 15 centavos (http://consumosdelayer.blogspot.com.ar/ ).
Vale la pena aclarar que no era lo mismo “soda” que “agua mineral”, lo que si bien se fue definiendo lentamente en el siglo XIX, se entendía que la soda era agua normal carbonatada y a veces con algún sabor artificial, algo parecido a nuestras “gaseosas” de hoy en día. En cambio el agua mineral era especialmente extraída de vertientes naturales consideradas de extrema pureza y contenía álcalis, sales y otros componentes que le daban el toque “mineral”. El que fuese carbonatada y a veces también coloreada o saborizada, puede llevar a confusiones (www.sha.org/bottle/soda.htm). Es decir que era considera más natural que la primera, un simple refresco sin propiedades especiales, incluso medicinales.
La fábrica estaba en Krondorf, el valle de Barossa, cerca del sitio de moda a fines del siglo XIX, Karslabad en Bohemia y zona productora de aguas minerales por sus muchos manantiales. En el origen de esta fábrica el territorio pertenecía al Imperio Austro-Húngaro, luego de 1918 pasó a Checoslovaquia y hoy es la república Checa. Estas divisiones llevaban a confundir su ubicación incluso indicando estar en Hungría y Austria de manera indistinta.
Las botellas de Bitterquelle
El segundo grupo de botellas, muy similares físicamente a las anteriores también tienen la marca en relieve en la base y su contenido llegaba desde la misma región del mundo. En este caso la inscripción dice: Saxlehner´s, Hunyadi Janos, Bitterquelle, en mayúsculas y de forma tan similar a la Krondorf que uno se pregunta si no fueron hechas por un mismo fabricante de botellas. En este caso se trata el agua era de origen húngara, producida por András Saxlehner nacido en Pest en 1815 y fallecido en Budapest en 1889. La empresa siguió en manos de su esposa y luego su hijo Kalman, de ahí el plural en el apellido impreso en la botella. Su familia vivió en Budapest hasta la Segunda Guerra Mundial y en 1938 tuvieron que emigrar a Estados Unidos, hoy su palacio es el Museo Postal de Hungría. El nombre del propietario debe escribirse invertido para nosotros, con el apellido primero, lo que ha producido errores en la bibliografía.
Resulta interesante la historia de estas botellas ya que el nombre parecería indicar que su contenido es un Bitter (lo que aquí llamamos “Amargo” y sus derivados, siempre de extracción vegetal, desde el Campari, el Cinzano, el Fernet y decenas de otras marcas), pero el fabricante sólo envasaba agua mineral desde cerca de 1873. El problema surge de los idiomas y sus traducciones por que los Bitter son una tradición de Estados Unidos, mientras que Salz (sal) en alemán y en la región de los Balcanes de donde provenía este producto la palabra “salzquelle” (que era el contenido) es en realidad un simple sulfato de magnesio, una sal transparente con muchísimos usos industriales pero medicamente un buen laxante, ese era todo el poder curativo que tenía y la publicidad hacía insistencia en esa propiedad. El agua venía realmente desde Buda, concretamente del valle de Orsod donde había antiguas fuentes naturales y fue Saxlehner quien en 1863 compró un manantial que supuestamente contenía poderes curativos. Su publicidad hacía gala de tener 112 fuentes de agua y 250 empleados para envasarla. Su venta fue de escala mundial, logró exclusividades hasta en Europa y las peleó en Estados Unidos para usar “agua mineral” sólo para su producto y se vendió masivamente gracias a una excelente campaña publicitaria.
Su composición mineral y sus funciones curativas no dejaban de ser alabadas y estudiadas por médicos y hasta por el mismo propietario que hizo un librito que tuvo una docena de ediciones en diferentes idiomas, lo que servía a su vez de publicidad y garantía de la calidad del producto (Webek 1892, Sexlehner 1885).
La marca elegida causó estupor y produjo literatura, tal como escribió el Pacific Medical Journal en 1898: “Hunyadi Janos. Durante su vida su nombre fue sinónimo de muestras de valor en el campo de batalla y de la destrucción de la vida humana; hoy es sinónimo de preservación de la salud y la vida”.
El nombre de la empresa y del producto está escrito al revés según nuestra costumbre ya que Janos es el nombre y Hunyadi el apellido. Hunyadi Janos de Bistricensis (por la localidad hoy en Rumania) nació en 1387 y falleció en 1457. Su nombre es húngaro, en español sería Juan Hunyadi, pero en los países en que actuó se escribía en rumano como Ioan, y Voivoda en Transilvania que fue en donde peleó. Fue un gran héroe militar que logró desterrar a los invasores tucos de los Balcanes y llegó a comandar una de las cruzadas a Constantinopla (Seton-Watson 1924; Giurescu 2009).
La publicidad de la fábrica se basaba en sus propiedades medicinales para lo que logró largas notas en diarios médicos hablando de la geología y naturaleza del suelo de donde manaba el agua, luego sobre sus propiedades curativas: curaba la dispepsia, hemorroides, obesidad, problemas del corazón y la circulación sanguínea, problemas pulmonares y hasta los ojos, el tracto intestinal, el cerebro y la espina dorsal, servía de purgante, la gota, el reumatismo, las enfermedades mentales mortales y “las enfermedades específicas de mujeres y niños” sea lo fuese que significara eso. El uso del color en la publicidad, los excelentes dibujantes elegidos, el cambio de idioma según el país aunque insistiendo en el origen y su asociación a un guerrero, incluso detalles como dibujar grandes botellas con niños pequeños jugando con ella, al parecer surtió buen efecto. No sabemos si curó a alguien de algo, pero se vendían en el mundo entero.
El uso de las botellas
Si las botellas eran bebidas por sus supuestos bienes medicinales no lo sabemos aunque es muy probable, la cantidad es realmente alta. Lo que si podemos imaginar es su reuso al ser descartadas. La interpretación que pudimos darle al hallazgo es que fue un cantero hecho con botellas. Debió ser de dimensiones interesantes ya que cincuenta botellas –asumiendo esa cifra como posible- definen un rectángulo de 50 cm de ancho por nueve metros de largo, es decir 4.50 metros cuadrados. También es factible que en el terreno haya otros canteros los que no fueron cruzados por la zanja excavada.
Esta hipótesis la basamos en que había botellas clavadas de punta en forma lineal, sistema tradicional en la ciudad para estos canteros, por la ubicación en la huerta y la homogeneidad de las botellas elegidas. Si bien puede parecer exótico hacer canteros de flores con botellas enterradas, aun sigue siendo una costumbre arraigada en la ciudad.
Conclusiones
El hallazgo nos indica varias cosas: la primera es el consumo masivo de productos de cierta calidad en el convento; eran ambas marcas de valores razonables, no muy bajos pero incomparables con licores u otros lujos, de los que se hallaron algunas botellas pero de a una. Esto indica un consumo de agua mineral importante lo que finalmente no es extraño en un convento para mujeres de muy alto nivel económico. Resulta al menos interesante que se las haya guardado hasta juntar una cantidad, ya que no sabemos que los envases fuesen retornables pese a ser una costumbre establecida desde mitad del siglo XIX, para que finalmente se decidiese hacer un cantero u otra obra menor similar en la huerta.
Y a la vez observamos la continuidad de una modesta tradición tanto porteña como nacional, extendida a lo largo del tiempo al menos desde cerca de 1900 y que indica una estética peculiar que llega a la actualidad.
Bibliografía
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1896 The spas and mineral waters of Europe with notes on balneo-therapeutic management in various diseases and morbid conditions, Smith, Elder & Co., Londres.
1876 The Hunyadi Janos Mineral Water, an account of its history, chemicals composition, physiological and therapeutic properties, Wiliam Ridgeway, Londres.
Saxlehner, Andreas
1885 Hunyadi János Bittersalz-Quelle. Chemische Beschaffenheit, physiologische Wirkung und therapeutische Anwendung des natürlichen Hunyadi János Bitterwassers, Braumüller, Viena.
Schávelzon, Daniel
1991 Arqueología histórica de Buenos Aires, La cultura material porteña de los siglos XVIII y XIX, Corregidor, Buenos Aires.
2003 Los trabajos arqueológicos, en: Excavaciones arqueológicas en el ex convento de Santa Catalina de Sena, Dirección General de Patrimonio, Secretaría de Cultura, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; en: www.iaa.fadu.uba.ar/cau/?p=3777
2011 ¿Un exorcismo no reglado en el convento de Santa Catalina durante el siglo XIX (Buenos Aires)? en: Cuba Arqueológica, año IV, no. 1, pp. 65-72, www.cubaarqueologica.org
Schávelzon, Daniel y Mario Silveira
2005 La vida cotidiana en un convento colonial: Santa Catalina de Sena a través de la arqueología, Mundo de Antes vol. 4, pp. 105-126, Tucumán.
2006 La vida cotidiana en un convento colonial: Santa Catalina de Sena a través de la arqueología, Estudios de Arqueología histórica: investigaciones argentinas pluridisciplinarias, pp. 171-186, Museo de la Ciudad, Río Grande.
Seton-Watson, Robert W.
1924 Transylvania in the 19th century, The Slavonic Review, vol. 3, no. 8, pp. 304-319.