«Las espitas, y de cómo abrir un barril sin que se note: hallazgos en rescates en la arqueología de Buenos Aires»
El artículo titulado «Las espitas, y de cómo abrir un barril sin que se note: hallazgos en rescates en la arqueología de Buenos Aires» es un informe escrito por Daniel Schávelzon y Ricardo Orsini para el Centro de Arqueología Urbana (FADU – UBA) en el año 2012.
Los barriles fueron de los objetos más comunes para el transporte de todo tipo. Conocidos desde muy antiguo ya que los cita Herodoto, sabemos de su uso desde Babilonia y se expande por toda Europa para llegar a América con la conquista.
El barril, y no hace falta describirlo demasiado, es una estructura totalmente hecha con madera curvada que, por su propia forma genera presión entre las duelas que lo componen impidiendo que entre el aire. Para mantener las duelas en posición hace falta algo que genere la presión suficiente todo en torno del barril, al menos en tres partes, usándose desde antiguo sogas y luego metal. Aquí sabemos por los muchos grabados de recuas de mulas trasladando barriles que el sistema de sogas se usó hasta el siglo XIX en que el hierro se hizo más barato y habitual. Para 1830 a 1850 parecería que ya todo el comercio de estos barriles era de fleje o suncho metálico, sistema que no tenía comparación con la sogas por su dureza, duración e inmovilidad. Posiblemente el gran desarrollo de la industria saladeril y los miles de barriles que exigía al igual que la calidad de su sistema de ser impermeable al ingreso de aire o agua, se produce o es producido gracias al cambio entre soga a hierro.
Pero los barriles que contenían líquidos necesitaban un sistema para extraer su contenido sin destruirlos, por lo que también desde antiguo se desarrolló la llamada espita, una especia de canilla o pico vertedor simple que se lo clavaba en algunas de sus partes. Cuando dejaba de usarse se colocaba un tapón de madera que hacía que el barril sirviera nuevamente; hoy viene con el agujero ya hecho y una tapa metálica. Estas viejas espitas eran simples llaves de paso, con sólo una posición de apertura y teniendo una forma tal que pudiera clavarse con un golpe sin que se deforme o rompa. Esto se lograba haciéndole al pasador un único agujero; o estaba abierta o cerrada.
Excavación y rescate, y los orígenes de los objetos
En tres oportunidades se hallaron espitas en la ciudad de Buenos Aires y da la casualidad que los tres eran de tradición inglesa, aunque quizás fabricados en Estados Unidos, y todos de bronce, muy similares entre sí , fechados para la misma época: cerca de 1860.
El primero de ellos fue encontrado excavando en el relleno que clausuró el arroyo Tercero del Sud en Defensa 755. Se trataba del arroyo estacional conocido con ese nombre, o Zanjón de Granados o de Matorras, que marcaba el límite sur de la ciudad y lo separaba del Alto de San Pedro. El arroyo fue entubado en 1862 con una enorme estructura de mampostería de ladrillos, la que fue dejada sin uso al hacerse el gran plan de Bateman para el desagüe de la ciudad en la década de 1890. En esa oportunidad se rellenó el entubamiento con miles de metros cúbicos de basura, parte de la cual fue excavada y estudiada. Entre ella y la tierra que la acompañaba hubo objetos de todas las épocas de la historia de la ciudad, desde el siglo XVI hasta el XIX. Entre ellos estaba este extraño objeto de bronce que, tras su restauración, resultó una primera espita. El descarte que rellenaba el túnel del entubamiento fue puesto cuando fue cancelado en los inicio de la década de 1890 o muy poco antes.
El segundo de los rescates tuvo lugar en septiembre de 2011 mientras avanzaban las obras de prolongación de la Línea E de Subterráneos, y cuya traza coincide durante un buen tramo con el lugar por donde se extendía el antiguo muro del Paseo de Julio. En ese contexto fueron hallados bajo los niveles del relleno efectuado para la construcción del Puerto Madero a partir de 1887, varios objetos que podrían tener vinculación con el antiguo eje portuario ribereño o bien con algún tipo de descarte en el lugar hecho durante la segunda mitad del siglo XIX. No obstante, y debido a que la zona presenta altas perturbaciones antrópicas propias de las numerosas obras públicas y de infraestructuras realizadas durante mas de 100 años, es que no se descarta también la posibilidad de que este ejemplar llegara al lugar integrando el material destinado a las tareas de terraplenamiento del área a fines el siglo XIX.
El tercero de los rescates se produjo también en el año 2011 durante las tareas de remoción de cimientos de un edificio ubicado en la esquina de Bartolomé Mitre y Talcahuano construido en las primeras décadas del siglo XX, y que subsistió hasta la década de 1970. Allí y durante tiempo funcionó en la planta baja un café-bar, en cuyo sótano fue hallado cuarenta años después de la desaparición del comercio gran número de botellas de vino y gaseosas que nos pudieron dar una estimación cronológica del mismo. Como anécdota podemos mencionar que durante algunos años, allá por la década de 1930 uno de los propietarios del lote era quien fue premio Nobel de la Paz de nuestro país en 1936, Carlos Saavedra Lamas.
Retrocediendo en el tiempo, notamos que esta no sería la primera edificación que se levantó en el lugar; consultado el Catastro Beare, apreciamos que en ese mismo sitio para la década de 1860–70 había una construcción propiedad de Tomás de Anchorena, y cuyo frente (Foto 4) avanzaba entonces sobre la línea de actual de la calle Talcahuano, luego demolido cuando se ensanchó esa arteria. Esta característica pudo constatarse en estos días cuando se demolió lo que aún quedaba sub superficialmente de las antiguas construcciones.
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Formas, uso y proveniencia
Posiblemente la espita es uno de esos objetos de desarrollo cultural popular que satisface de manera perfecta la necesidad que llevó a fabricarlo. Y el secreto de su eficiencia radica en su forma cónica en la parte posterior, para generar presión a medida en que es clavado en la madera, también en que la llave de abrir y cerrar se saca y pone no teniendo rosca, de forma que si llegara a deformarse siquiera un poco no deje de funcionar, y que tiene el extremo reforzado para golpear allí, tanto en la madera como en el bronce. Todos detalles que no parecen fruto de la tecnología de la Revolución Industrial si no simplemente la adecuación a objetos de fábrica de tradiciones culturales de larga data. Los industriales tienen en algunos casos rosca, o rayados, para evitar el giro, pero también los hay lisos para mejorar el deslizamiento en el clavado. Es decir que lo que la industria dio son más opciones a elegir en función del tipo y tamaño de barril, sin salir de una tradición eficiente.
Un único detalle pareciera que era el punto débil: la llave de abrir y cerrar en la parte superior, ya que salvo en el caso de la calle Defensa en que es una pieza con el émbolo que gira y es de gran grosor, en los demás está roto, incluso en el de madera que presentamos aquí. Se rompía, lógico, por lo más delgado.
Bibliografía
Beare, Pedro
1860-70 “Plano Catastro de Buenos Aires», reedición del Gobierno de la Ciudad, Buenos Aires (2006).
Russel Erwin Manufactures
1865 Catalogue of American Hardware, Russel Erwin Manufactures (reimpresión), 1996.