Hallazgos arqueológicos en la Casa de Liniers: acerca de un ladrillo vitrificado
Estas notas tienen por objeto mantener a los interesados en contacto con las excavaciones y hallazgos que se llevan a cabo en el trabajo encarado por la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico, dado el interés que ha despertado este conjunto de los siglos XVII y XVIII debajo de la que fuera la casa del Virrey Liniers en San Telmo. En este artículo, que es el número 11 de la serie y escrito en el año 2012, se hace mención acerca de un ladrillo vitrificado hallado en las excavaciones.
Desde que se iniciaron las excavaciones en Buenos Aires se han venido encontrando tejas y ladrillos que presentaban rasgos de extrema exposición al fuego, producto de la manufactura manual en hornos de baja tecnología. Ya Hernandarias era “maestro texero”. Este proceso produce la vitrificación de la cerámica al llegar a temperaturas mayores de las necesarias para un simple ladrillo, por lo que toma ese aspecto vidriado color gris o sutilmente verde muy oscuro.
En algunos casos anteriores planteamos que las tejas, que era lo habitual de hallar, pudieron ser usadas como elemento decorativo y no haber sido vistas como defectuosas tal como las entendemos hoy, sino por el contrario, como algo de mayor valor. Recordemos que el color era usado y apreciado en tiempos coloniales y las pinturas eran de mala calidad, se deslavaban con las lluvias y era imposible mantener un tono por mucho tiempo. Estos ladrillos o tejas, si se encontraban en cierta cantidad, pudieron servir de adorno, cosa que aun no podemos demostrar pero que una vez más parecería que tenemos otro dato.
En la excavación de la casa de Virrey Liniers, en un contexto más antiguo que el de esa casa, encontramos parte de un ladrillo cuya superficie exterior está perfectamente vidriado. Tan bien hecho está que parecería una búsqueda intencional ya que sólo quedó así una cara y parte de las otras pero no afectó al interior: justo en su punto. Puede ser casualidad o no. La cara gris no tiene restos de cal, como si no hubiese sido parte de un muro o cimiento, como que ese lado hubiese quedado expuesto. ¿Los maestros constructores cuidaban estos detalles en las viviendas porteñas? Una interesante pregunta se abre a partir de ese peculiar ladrillo fragmentado. Y lo sigue otra pregunta más acerca del viejo tema del color en la arquitectura colonial, esa que el Neocolonial de 1930 nos hizo imaginar como blanca con molduras amarillas, absurdamente.