Periódico dominical Perfil, 7 de enero de 2007
Artículo publicado en el portal de la revista Perfil (versión digital), y escrito por la periodista Romina Ryan el 7 de enero de 2007, donde se hace referencia a los trabajos de excavación realizados en la búsqueda de la Fundación de la ciudad de Buenos Aires.
Bajo tierra
BUSCAN EL LUGAR DE LA PRIMERA FUNDACION DE BUENOS AIRES
Pedro de Mendoza llegó en 1536, con 1.500 hombres, en una misión de conquista. No hay mapas, sólo unas crónicas sin precisiones. Un equipo multidisciplinario de la Fundación Azara, la Universidad Maimónides y el Centro de Arqueología Urbana de la UBA, auspiciado por la Fundación San Jorge, busca el lugar del primer asentamiento.
Por Romina Ryan
Era un rancherío improvisado y sucio, sin comida ni la plata y el oro que buscaban. Allí se asentaron unos 1.500 hombres y unas pocas mujeres que descendieron de las 12 naves a cargo de Pedro de Mendoza, quien, según algunas versiones, se quedó en su carabela por su avanzada sífilis. Vivían protegidos por una muralla de adobe de tres metros, y a los castigados se los expulsaba para que quedasen a merced de animales salvajes como pumas y yaguaretés. Al poco tiempo, llegaron las hambrunas: “Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente”, escribió Mujica Lainez. Así fue la vida durante los cinco años en los que se extendió la primera fundación de Buenos Aires, de 1536 a 1541.
Después de 470 años de investigaciones fallidas, un grupo de científicos está tratando de develar los enigmas escondidos en la profundidad de las calles porteñas. El arqueólogo Marcelo Weissel dirige las excavaciones en La Boca y busca localizar una península que habría tenido cinco metros de altura y que podría haber sido utilizada como lugar de desembarco y asentamiento. “El sitio que describieron los primeros cronistas no tiene nada que ver con la geografía actual, donde todo es artificial, hasta las costas”, explicó Weissel.
“Sabemos que el adelantado tuvo una casa de tres plantas, que había conquistadores de la nobleza y soldados contratados, por eso buscamos restos de las cerámicas traídas desde España, y también de las indígenas”, explicó. El geólogo Paul Tchilinguirian intenta recomponer el antiguo paisaje: “Dock Sud era todo agua y la desembocadura del Riachuelo estaba cinco kilómetros hacia adentro. Además, sabemos que en el valle del Riachuelo hay entre uno y dos metros de relleno hecho por el hombre para nivelar el terreno y evitar las inundaciones, y eso lo estamos removiendo para poder estudiar los sedimentos”. Ya comprobaron que en el siglo XVI no había forestaciones ni montes, sólo algunos árboles en las riberas de los arroyos. El resto era pradera y pastizales, además de una línea de barrancas en la zona de Parque Lezama, con zanjones que hacían difícil la circulación.
Las excavaciones se realizan en el Parque Irala, en Martín García 284, Pedro de Mendoza al 3000, California 1850 y en la estación de trenes Solá, en Vieytes y Australia. Weissel confía en que, en cinco años, lograrán ubicar el sitio exacto. El trabajo es minucioso, pero hay finales felices como el descubrimiento del lugar al que llegó Colón a América. “Fue gracias a un pedacito de vientre de cerdo”, ejemplificó.
El pueblo que duró cinco años
“En febrero de 1536, seguramente en un día de mucho calor, llegó un ejército de rapiña de unas 1.500 personas a cargo de Pedro de Mendoza, mercenarios que venían a buscar plata y a matar indígenas, no a cultivar la tierra. Y les fue muy mal, fracasaron en la tierra más fértil del mundo. En 1541 se fueron los últimos, que no llegaban a las 200 personas”, afirmó el arquitecto y arqueólogo Daniel Schávelzon, buscador de secretos en los subsuelos de Buenos Aires. “En 1936, la historia oficial dijo que el sitio de la primera fundación estaba en Parque Lezama, pero como no creo en las verdades por decreto, en 1989 excavé el lugar. No lo encontré y entré en crisis”, rememora. La investigación actual exige determinar lo más difícil: a qué profundidad de terreno estaba la primera población, en el siglo XVI. “Buscamos en los meandros y pantanos, sabemos que esa primera ciudad no era el sitio ideal para vivir”, dijo.
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