LA PRIMERA BUENOS AIRES (1536-1542): Nuevas búsquedas de sus restos arqueológicos*
Desde hace 150 años los porteños hemos discutido, entre la ciencia, la historia y la mitología, acerca de la ubicación del primer asentamiento que existió en estas tierras, hecho por don Pedro de Mendoza en 1536. Si bien muchas veces llamada “Primera Fundación”, fue en realidad un sitio precario como todos los de su tiempo y fue destruido por los mismos españoles al abandonarlo en 1541 para radicarse mucho más al norte, en Asunción, por órdenes llegadas desde España. Cuando Juan de Garay llegó desde allí para volver a fundar allí una ciudad en 1581, decidió establecerse con los suyos en la amplia meseta que es ahora Plaza de Mayo, olvidando rápidamente lo poco que hubiera quedado del sitio de Don Pedro, posiblemente mucho más al sur. Con los años, con los enormes cambios que tuvieron el valle y el trazo del Riachuelo y luego con las obras modernas desde el siglo XIX, nada quedó de ella.
Este nuevo proyecto intenta iniciar una búsqueda sistemática en la ciudad, con el apoyo de tecnología moderna, para encontrar los restos materiales de dicho asentamiento, recuperarlos y lograr que el sitio se transforme en un hito urbano patrimonial con la significación que eso merece. Pero además queremos iniciar con esos restos –una vez hallados-, una larga serie de estudios acerca de las condiciones vida, alimentación, motivos de enfermedad y muerte, acceso a bienes locales, relaciones con los indígenas y muchas otras preguntas que nos hacemos desde el presente acerca de nuestros orígenes.
Antecedentes historiográficos
Desde el final del siglo XIX los historiadores y los interesados en la historia de la ciudad se preocuparon por un interrogante nunca resuelto: el sitio en donde estuvo la primera Buenos Aires. En esa época la pregunta tenía un carácter más curioso que académico y fue parte de una limitada polémica entre eruditos entre los que destacó Paul Groussac en sus excelentes biografías de Pedro de Mendoza y Juan de Garay; para él el lugar era la orilla del Riachuelo en lo que hoy es Caminito. Pero ese era el límite de la preocupación y tampoco tenían métodos que fueran más allá de discutir con papeles. Igual que él hubo otros historiadores que penetraron con mucha seriedad el tema, en especial Aníbal Cardoso en 1911, quien publicó un estudio ubicando el primer asentamiento en la orilla del Tercero del Sud, en su margen derecha (actual calles San Lorenzo y siguiendo por Chile después de Defensa). Fue quizás el segundo intento serio de darle una ubicación concreta y el manejo documental era metódico aunque restringido.
En la década de 1925/35 se produjo un movimiento historiográfico importante en todo el continente, en relación con los orígenes españoles, ya que se acercaba el año de los festejos del Vo. Centenario de ese evento. El país se encontraba inmerso en una corriente de Hispanismo muy marcado, que se expresaba desde en la política con los movimientos de ultra derecha, hasta en la ornamentación Neocolonial de la arquitectura; la historia era el campo científico que debía consagrar los altos valores de la Conquista, duramente criticados por las corrientes latinoamericanistas. En ese contexto se formó una Comisión Oficial destinada a ubicar el “sitio exacto” donde se asentó Mendoza, publicar documentos y textos relativos a ese evento y, más que nada, exaltar la memoria y la importancia de dicha expedición, destacando todo lo posible sus sufrimientos, hambres, canibalismo…
La Comisión tuvo grandes problemas internos, cambió varias veces de miembros y terminó firmando los libros con disconformidad entre sus participantes (publicó sus resultados recién en 1941). Pero quedaron varias cosas ineludiblemente asentadas en el papel: una serie de volúmenes de tamaño impresionante, la reedición de una enorme cantidad de documentos de archivos españoles, facsimilares de textos de cronistas como Ulrico Schmidl y la apertura de nuevas líneas de investigación que se seguirían por años. Y la ubicación indeleble de un sitio en el plano de la ciudad: Parque Lezama.
A partir de allí a nadie le importó demasiado que el texto firmado no dijera que fue precisamente allí, sino “en algún lugar arriba de la barranca de la zona sur”, lo que no es lo mismo: el Municipio necesitaba emplazar un monumento, hacer fiestas, poner placas de bronce y tenía que ponerlos en un sitio que no estuviera destruido: Lezama fue el elegido.
A partir de ese momento el imaginario y la educación pública hicieron el resto; y si habían dudas para salvar existían enormes textos ilegibles para cualquiera que no fuera un erudito paleógrafo, que demostraban que eso era cierto. La Academia Nacional de la Historia hizo suyo el fallo de 1936 y no ha vuelto a discutir el tema pese a que han habido numerosos pedidos.
El peso historiográfico de este planteo, que en última instancia no se contradecía demasiado con lo dicho por Cardoso y algunos otros (arriba de la barranca y en la zona sur), tuvo apoyos muy fuertes desde otros campos del conocimiento. En este caso un geólogo, Juan José Nájera, en un estudio de ese mismo año 1936, intentó forzadamente “releer” los grabados del libro del alemán Ulrico Schmidl, nuestro primer cronista, en especial sus vistas fantásticas de esa Buenos Aires imposible, para demostrar que el sitio era el Tercero del Sud. No le importó que los dibujos del libro de Schmidl fueran hechos por un grabador que no conoció al autor ni vivió en la misma época, sino que sólo hizo fantasías en función de un texto bastante reticente en datos concretos. Incluso Nájera se tomó la libertad de “completar” el dibujo de Schmidl, diciendo que ¡el autor no lo había hecho completo! Es decir, pese a la obvia acientificidad del libro el Municipio porteño lo reeditó varias veces y fue usado por más de medio siglo como prueba científica indiscutida. Pese a eso, cabe la salvedad que es el único que tomó conciencia de la irregularidad geomorfológica del lecho del Riachuelo y que sectores hoy en agua o destruidos, eran zonas secas antiguamente; y no era un dato menor.
Con los años y a partir de estar instalado en la memoria y el imaginario que el primer asentamiento estuvo en algún sitio entre la calle Chile por el norte y el parque Lezama por el sur, los historiadores escribieron docenas de textos, desde Roberto Leviller, Mariano de Vedia y Mitre, Enrique de Gandía, Enrique Peña, José Torre Revello y una lista extensa. Y la monumental Historia de la Nación Argentina editada por la Academia desde 1937 consagró la postura.
Nunca se discutió seriamente la ubicación. Con los años, los muy pocos que se atrevieron a cuestionar este monolito historiográfico no tuvieron demasiada suerte, salvo Guillermo Furlong que editó un artículo muy interesante ubicando el sitio en Parque Patricios, en 1968. Y lo que resulta más interesante es que los que hicieron críticas utilizaban las mismas fuentes documentales que a quienes criticaban, simplemente discutiendo la forma de ubicar las distancias en el espacio. Y aún más llamativo es el manejo discrecional de las fuentes documentales, donde se dejaron de lado documentos de peso, incluso escritos hechos por los mismos pobladores de la ciudad que sobrevivieron, que pese a estar publicados jamás fueron usados o citados, como con Antonio Rodríguez publicado desde 1936 por el brasilero Serafín Leite en Madrid.
Antecedentes arqueológicos
En 1988 se estableció el Proyecto Arqueológico Primera Fundación, bajo la dirección conjunta de la Dra. Ana María Lorandi y el Dr. Daniel Schávelzon, con el objeto de llevar a cabo excavaciones arqueológicas en Parque Lezama, las que se hicieron durante los dos años siguientes. Los objetivos eran claros: ubicar restos materiales de ese evento; pero la decisión del sitio se basó en dos factores: el historiográfico y el arqueológico. En ese momento era claro que la única alternativa para saber con exactitud dónde estaba ubicada era la arqueología y se tenían datos de excavaciones en varios sitios de la parte superior de la barranca aunque no tan al sur. Pero lo excavado en las orillas del Tercero del Sur no mostraba ningún contexto que pudiera asociarse siquiera lejanamente con el siglo XVI; habiendo quedado fuera esa zona, la mirada se centró en la zona de Lezama. Pero el uso de la historia no iba más allá de las dos grandes hipótesis. Para dicho trabajo se hizo una relectura de cronistas y textos a la búsqueda de información, pero resulta evidente que el peso de lo establecido era tan fuerte que no pudo ser salvado. También se trabajó en la búsqueda de información sobre datos concretos, es decir sobre hallazgos que aunque no tuvieran valor arqueológico pudieran ser pistas útiles a seguir, pero todo lo encontrado eran datos sin comprobación de ningún tipo, como hallazgos de una espada, un casco, esqueletos después destruidos o información imposible de corroborar o no referida por otras fuentes; no había un solo dato concreto.
Las excavaciones en el parque se centraron únicamente en la parte alta de la barranca, no hallándose ningún contexto, ni siquiera un fragmento de cerámica, que pudiera referirse al siglo XVI temprano. Pero con el objeto de explorar la hipótesis en todas sus posibilidades se hizo otra excavación menor en la calle Defensa 1469, sitio en que un historiador menor pero de formación geológica (Marcelo Irigoyen) había centrado su hipótesis de ubicación, ya que en esa manzana la cota de nivel es ligeramente más alta que en el parque mismo. Pero tampoco hubo resultados concretos. Esto completó el proyecto y todo quedó en la comprobación de “que allí no fue”, aunque se dejaba constancia de que la zona del Tercero del Sur mostraba materiales más antiguos que Lezama. El trabajo en ese momento se cerraba con la siguiente frase:
“La ciencia no avanza sólo con grandes descubrimientos, si no por el ejercicio diario de la prueba y error, descartando y abriendo nuevas alternativas; la historia (o la arqueología) no es una ciencia cerrada que pueda dar explicaciones definitivas, sino a través del reconocimiento de lo que no sabemos. Quizás la primera aldea fundada por Pedro de Mendoza, desprovista de la exageración, de la apologética y de la difusa memoria de sus sobrevivientes, ya haya sido destruida por obras urbanas; o quizás lo está siendo en este mismo momento por la absoluta falta de planes de investigación previos a las obras destructivas. Y como muchos ya dijeron antes, quizás el no poder hallarla sea un justo precio a pagar por nuestra falta de memoria, de identidad y de respeto por nuestra propia historia y por nosotros mismos”.
Nuevas hipótesis para un nuevo proyecto
El cierre del proyecto descrito no significó el final del pensamiento sobre el tema y una investigadora del Instituto de Arte Americano, involucrada lateralmente en estas investigaciones, decidió hacer un nueva relectura documental: la historiadora de la arquitectura Beatriz Patti hizo un largo estudio en el cual llegaba a varias conclusiones interesantes: que las fuentes documentales de todos –no importa que hipótesis sostuviera- han sido las mismas, que los aparatos eruditos sólo se usaban cuando era necesario desacreditar las hipótesis opuestas a las propias, que se tomaban como paradigmas lo que no fueron más que hipótesis débiles y que aún quedaban muchas fuentes por explorar.
En 1995 se desarrolló un nuevo proyecto de investigación arqueológica que intentó cubrir un aspecto diferente: la arqueología de superficie en las plazas y parques de la zona sur de la ciudad. Este trabajo consistió en una recolección de cerámicas de superficie en los sitios disponibles sobre la barranca entre plaza Constitución y Parque Patricios y hacer algunas cuadrículas de sondeo en el parque mismo; las chances no eran muchas, pero si se podía hacerlo, había que hacerlo. Si bien las evidencias son de una profunda alteración de suelo y subsuelo, no se encontró un solo fragmento que pudiera ser fechado para el siglo XVI.
Una nueva oportunidad de revisar el problema desde la arqueología, o al menos de la información histórico-arqueológica disponible surgió a publicar Daniel Schávelzon un libro en Estados Unidos en el que había un capítulo sobre el tema, que intentaba actualizar el problema. Allí se plantean varias hipótesis: que el asentamiento no fuera más que una pequeña aldea, cabecera de puente militar, y que la imagen de una “ciudad” no era más que una exageración producto de la historiografía hispanófila para borronear la verdad de lo que fuera planeado, y que sólo actuó como una verdadera avanzada de rapiña sistemática en un territorio imaginado como enemigo. Que las evidencias materiales encontradas en excavaciones en asentamiento similares en el Caribe mostraban siempre sólo una fuerte impronta militar, en sitios reducidos de tamaño y casi sin arquitectura estable, que la cultura material española de 1536 no puede ser confundida con otras posteriores como la de 1580 que trajo Garay, y se usó como comparación el primer asentamiento de Asunción, Paraguay construido por los miembros de la expedición y de la que se cuenta con una descripción.
El proyecto de investigación
El proyecto que se presenta se basa en asumir el fracaso de las hipótesis “fuertes” establecidas por la historia en base a lo ya discutido. Ni los datos documentales realmente sostienen que la ubicación haya sido la parte superior de la barranca ni la arqueología ha permitido hallar nada, por mínimo que fuese. Se plantea entonces avanzar en forma puramente arqueológica a partir de una nueva hipótesis: que el asentamiento –tal como lo predijera Paul Groussac en 1916 y fue descartado- estaba ubicado en la parte baja de la barranca, cerca de la antigua orilla del Riachuelo, ligeramente aguas arriba. Estos enormes terrenos nunca fueron trabajados arqueológicamente, salvo una excepción: en los últimos años que ha sido Marcelo Weissel, participante de este nuevo proyecto, quien excavó en las orillas del Riachuelo pero en terrenos transformados por rellenos en el siglo XIX. Los enormes espacios que conforman esta zona no han sido estudiados, habiendo aun grandes zonas libres no destruidas por la edificación de la ciudad, posibles de ser excavadas con detenimiento.
La revisión de la historiografía muestra que son fuertes los indicios que, al contrario de cómo fueron leídos en su época, nos llevan hacia allí, y cabe citar algunas descripciones como el que la capilla construida con maderas de un barco fue destruida tres veces por las aguas, que ahora entendemos como las inundaciones frecuentes del Riachuelo –que aun no tenía la boca actual que le permite desaguar rápido y que se formó en el siglo XVIII-, y no por las lluvias como se ha establecido. La dicotomía que se crea al leer a Schmidl sobre la milla y media desde la que se “subía” del puerto, también ya ha sido discutida por Guillermo Furlong como de aguas arriba y no como de un terreno más alto.
Por eso es que se parte de asumir que la arqueología con sus técnicas es el único camino para resolver este problema y lograr ubicarla. Pero quede claro, y luego se verá en los objetivos, que el objeto de esta investigación no es únicamente el encontrar el lugar –ya de por sí importante para el patrimonio y la historia- sino los estudios que se pueden hacer encontrándola; es la posibilidad científica de investigar las condiciones reales de vida, enfermedad y muerte en un lugar único en el país por su situación y condiciones. En realidad lo que interesa saber con certeza son las condiciones de vida en ese sitio temprano, cómo vivieron y murieron esos centenares de personas, cómo y de qué murieron, dónde fueron arrojados casi 500 cadáveres. Apuntamos a saber cómo vivía una población considerablemente alta numéricamente hablando, haciendo una fuerte presión sobre un área ecológica de bajos recursos y con indígenas cazadores y recolectores que no podían sostener a dicha masa humana no productiva. Nos interesa saber cuán permanente fue el asentamiento, el abasto de productos locales, el abuso de mujeres indígenas, si realmente hubo hambre y hasta canibalismo o esto es resultado de una exageración para obtener mercedes reales. Es una vía única para conocer la vida y muerte en el primer asentamiento en lo que después sería Buenos Aires, y además lograr preservarlo para futuros estudios.
Objetivos primarios
- Ubicar el sitio del primer asentamiento de Buenos Aires en 1536.
- Salvar el sitio de su destrucción al señalarlo y hacerlo público.
- Estudiar la población esqueletaria sobre las condiciones de vida, enfermedad, alimentación-hambre y muerte.
- Conocer las relaciones con la ecología local en especial con el consumo de animales y plantas regionales.
- Estudiar la cultura material europea y si hubo o no aceptación de las manufacturas locales.
- Forma en que se resolvió, o no, la arquitectura y el patrón de asentamiento de un hábitat temporal en los inicios de la conquista.
Objetivos secundarios
- Demostrar o descartar las leyendas acerca de posible antropofagia
- Demostrar o descartar las hipótesis acerca de una situación holgada y no de hambre
- Posibilidad de que hayan integrado al sitio mujeres indígenas cautivas
- Incorporación de cerámicas y otros objetos indígenas a la vajilla y uso cotidiano
- Formas diferenciales de uso del espacio según jerarquías sociales y militares
Metodología
- Estudios históricos: La primera etapa de trabajo consistirá, en función de las nuevas hipótesis establecidas para ubicar el sitio del establecimiento, en una relectura documental minuciosa, con el aparato erudito necesario, a lo que se sumará una búsqueda intensa de otras fuentes no exploradas aun o al menos poco trabajadas. Es la base de este trabajo el estar abierto a amplias posibilidades de resultados, sin pre-asumir posturas historiográficas. Se trabajará con las fuentes éditas conocidas en especial con los juicios promovidos contra la sucesión de Pedro de Mendoza, asimismo se leerán los textos en correlación con lo que la historia conoce actualmente sobre las formas de escritura y dicción del siglo XVI temprano y sus significados. Esta etapa ya ha sido concluida.
- Estudios geológico-geográficos: La nueva posibilidad de estudiar los terrenos de la zona baja de las barrancas de la ciudad necesita tres tipos de estudios preliminares: la reconstrucción de la zona en el siglo XVI antes del movimiento de la boca del Riachuelo a su postura actual, la reconstrucción de su recorrido antes de la rectificación para conocer exactamente su trazado original y sus movimientos, estudios geomorfológicos de la zona para conocer los cambios y transformaciones del suelo y el subsuelo en el tiempo.
Para los estudios de cambio geográfico se cuenta en la ciudad con excelentes compilaciones cartográficas, al menos desde el siglo XVIII temprano, depositadas en archivos públicos; cabe citar al Instituto Histórico del GCBA como el más completo y ya catalogado, las compilaciones clásicas de Difrieri y Taullard, el Museo Mitre y el Archivo General de la Nación. En buena medida esto ya ha sido relevado y transportado a un sistema de grilla referencial por computación. Estas técnicas digitales para superponer los planos a una misma escala, permiten lograr una reconstrucción ajustada de la barranca y el recorrido del Riachuelo en el siglo XVI, mostrando que el cambio ha sido notable. Hasta ahora los trabajos hechos con técnicas de fotocopias ampliadas no han logrado los resultados esperados por la simpleza del método y lo difícil de lograr una misma escala para planos hechos a veces en varas y otras en metros. Se utiliza como base estable la cartografía inglesa de cotas de nivel hechas entre 1880 y 1890 para los desagües de la ciudad por las empresas inglesas que lo construyeron.
Técnicas y métodos
La superficie a trabajar es de dimensiones considerables para los métodos tradicionales de la arqueología, por lo que se asume la necesidad de implementar técnicas más modernas, tecnológicamente eficientes en términos de costo y tiempo. No hay en el país experiencias sistemáticas en esto, pero sí se han encarado en el mundo trabajos arqueológicos que han implicado grandes superficies; obviamente existen técnicas de muestreo adecuadas para esos casos. El problema pocas veces enfrentado se presenta cuando hay una ciudad encima; una ciudad en la que se excava donde se puede y no donde se quiere. En base a esto es que en muchas ciudades se ha optado por desarrollar sistemas de muestreo rápido hechos en forma mecánica. A partir de 1964 comenzaron a hacerse cada vez más comunes estos métodos en especial en Estados Unidos. Como primer ejemplo puede citare el sistema desarrollado por J. C. Price (1964) para obtener muestras de sedimento y que más tarde fue utilizado y perfeccionado por Julie Stein (1978 y 1986). Un sistema más simple y eficiente fue desarrollado por R. R. Polhemus (1982) y con los años se ha avanzado a métodos cada vez más complejos y con mejores resultados; ejemplo de esto es el libro Mechanized Archaeology de David van Dorm publicado en 1987. Existen ya hechos en el mundo estudios similares a este, en los que se implementaron técnicas de muestreo rápido y mecanizadas; en forma sintética podemos recordar como primer ejemplo la ciudad de Saint Augustinne en donde K. Deagan lo utilizó para determinar el área de protección arqueológica total que ocupaba la ciudad fundacional (1981). Hay otros sitios en que se optó por usar muestreos hechos por sondeos rápidos a pala, el más conocido ya sirvió para establecer las posibilidades del sistema es el caso de Santa Elena bajo la dirección de S. South y Ch. De Pratter y que fuera usado también en Concepción de la Vega en Santo Domingo, en excavación bajo la dirección de K. Deagan.
En Buenos Aires hemos iniciado un tipo de muestreo similar al de South y De Pratter ya citado: pozos de sondeo de 50 cm de ancho a pala que permitan de primera instancia y en muy poco tiempo determinar la profundidad y la complejidad del sitio, para de esa manera determinar las horas/hombre y los costos de cada operación. Esto permite hacer muchos sondeos en poco tiempo y se van dibujando los perfiles a medida en que se avanza; en un día se logran resultados que permiten definir los tiempos y costos de una excavación por más amplia que sea. Para este trabajo se utilizará primero el sistema mecanizado de toma de muestras de sedimento mediante maquinaria rotativa de 50 cm de ancho, con motor a gasoil, transportable manualmente; es la intención fabricar al menos cinco de esas máquinas, las que no existen en el país y su costo es bajo. Luego de definido el contenido y calidad del sedimento y su profundidad se procederá a trabajar con los sondeos sistemáticos. En base a esos resultados pueden diseñarse excavaciones más amplias y detalladas, con las técnicas habituales de la arqueología.
Área de trabajo a cubrir
La superficie de desarrollo del proyecto está delimitada actualmente por Dársena Sud, posiblemente coincidente con la entrada original del Riachuelo, hasta la Av. Sáenz. Esto incluye muchas áreas abiertas no edificadas como los terrenos de Casa Amarilla, hasta ahora en gran parte libres de edificación, las plazas Matheu y Alte. Brown, espacios laterales sobre la orilla derecha del Riachuelo, los terrenos de las estaciones Solá y Buenos Aires, el parque Fray Luis Beltrán, las cinco plazoletas de su entorno, los terrenos del Ceamse y los ubicados entre Perito Moreno, Iguazú y Lavardén, el Barrio Espora, Hospital Aeronáutico, Plaza Espora, Club Huracán, plaza José C. Paz, Maternidad, Hospital della Penna, los hospitales Garrahan, Udaondo y Muñiz, los espacios verdes de los Hospitales Borda y Moyano y el Instituto Malbrán.
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Es necesario considerar la necesidad casi inmediata de llevar adelante este proyecto si nos basamos en el rápido proceso de destrucción que vive la ciudad, en especial el de los últimos años. Todos los observadores, desde cualquier postura, han notado el rápido recambio inmobiliario que ha padecido Buenos Aires, con mayor violencia en la década de 1980 y 1990; cada día son más comunes –crisis mediante y todo- las grandes obras que abarcan cada vez espacios mayores. Lo que en un inicio fueron sólo supermercados, luego shoppings y más tarde urbanizaciones completas, es un fenómeno que ha transformado áreas enormes de la ciudad y su periferia al igual que con el tendido de redes de infraestructura de kilómetros de longitud que afectan profundamente el subsuelo. La tecnología permite además hacer estas operaciones cada vez en forma más acelerada: lo que antes era una demolición a martillo de operario, ahora es una máquina que derriba una casa completa en sólo horas de trabajo.
Actualmente la Corporación del Sur ha trazado planes claramente delimitados para la zona que queremos estudiar, basados en el Plano Estratégico Ambiental de la ciudad, que implican la lotificación de los terrenos de Casa Amarilla al igual que varios otros de gran tamaño ubicados en la zona y el aumento de la inversión en construcción para el cambio inmobiliario en la zona. Si algo se ha logrado conservar bajo ese sector de la ciudad, desaparecerá a la brevedad.
Esto es lo que ha llevado al Grupo Responsable del proyecto a retomar esta investigación, considerando que posiblemente sea la última oportunidad para hacerlo; de otra manera y si realmente la hipótesis acerca de la ubicación resulta cierta, es posible que un hallazgo casual o una denuncia permita que alguien especializado salve algo de esa información, pero sólo un proyecto sistemático puede afrontar con seriedad científica el problema.
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Bibliografía citada
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Nota aclaratoria
* Proyecto financiado por Emprendimientos San Jorge y organizado por el Centro de Arqueología Urbana, IAA-FADU, UBA y la Universidad Maimónides