Un proyecto desconocido para la Cárcel Correccional de Buenos Aires (Enrique Aberg, 1883)
El artículo titulado «Un proyecto desconocido para la Cárcel Correccional de Buenos Aires (Enrique Aberg, 1883)» de Matías Ruiz Díaz y Daniel Schávelzon, es un informe presentado al Centro de Arqueología Urbana acerca de una propuesta del arquitecto sueco Enrique Aberg (1841-1922), y que presentó en el concurso cerrado el 13 de septiembre de 1869 para la Penitenciaría de Buenos Aires.
La historia de la arquitectura argentina ha tratado en forma limitada el estudio de sus sucesivos espacios de reclusión, siendo solamente algunos edificios elegidos protagonistas del relato historiográfico construido. Y como en toda selección opera el tiempo, los intereses, la formación de quien la hace, la disponibilidad de la información y, por qué no, la visión del mundo que se quiere consolidar con esa historia, muchas cosas quedaron fuera, incluyendo contextos, explicaciones e interpretaciones.
Dentro de ese relato, establecido durante la década de 1960 hubo varias líneas de investigación: la emanada desde el Instituto de Arte Americano y dirigida por Mario Buschiazzo, y la que en forma menos formal se gestó alrededor del libro publicado por Federico Ortiz, Juan Mantero, Ramón Gutiérrez y Abelardo Levaggi en 1968 enmarcada por el libro La arquitectura del Liberalismo en la Argentina.
En todos los estudios hechos hasta la fecha la aparición de ejemplos de cárceles se ha reducido a mostrar aquellos capaces de narrar un proceso que acompañó permanentemente a las tendencias internacionales en materia punitiva, sin sobresaltos y sin excepciones. De lo simple a lo complejo, de un calabozo de adobe y cepo hecho en el Cabildo hasta un gran panóptico en la Penitenciaría Nacional; de la vieja cárcel de Caseros, simples bloques cuadrados de celdas alrededor de patios, a enormes edificios de hormigón. Tal como se titulaba el primer libro de Mario J. Buschiazzo: De la cabaña al rascacielos (1945), era una historia que iba de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior.
El documento que presentamos aquí nos habla de una historia compleja y por lo mismo más real, no lineal como se presentaba, sino con alternativas. Se trata, además de un proyecto inédito de un autor de gruesa trayectoria en nuestro país, como lo fue Enrique Aberg, proyecto que seguramente quedó fuera del relato historiográfico por no coincidir con el esquema propuesto.
Enrique Aberg llegó a Buenos Aires junto a Carlos Kihlberg en agosto de 1869 provenientes de Suecia, ambos egresados en junio de ese mismo año de la Escuela de Arquitectura de la Real Academia de Artes ubicada en Estocolmo. El director de esta institución era Frederick Wilhelm Scholander, quien recientemente había modificado radicalmente la carrera, logrando que los alumnos egresaran con una muy buena formación. Pero no tenían lugar en su país y fueron parte de la gran migración al exterior.
Su fecha de llegada nos hace suponer que el primer edificio que proyectaron juntos fue justamente una cárcel. Efectivamente las crónicas 1 los ubican presentando una propuesta para el concurso de la Penitenciaria de Buenos Aires junto a otros arquitectos de renombre como Pedro Benoit y Ernesto Bunge, cuyo cierre fue el día 13 de septiembre de 1869. Lamentablemente no se han conservado los planos de los otros proyectos concursados, sin embargo la gran expectativa que había sobre ese concurso, a raíz de la necesidad de Buenos Aires de contar con una cárcel moderna, motivó al periódico El Nacional a publicar en forma completa el fallo del jurado 2.
El jurado destacó del proyecto de Aberg y Kihlberg su belleza como obra de arte y sus ventajas en relación a la naturaleza del terreno, de forma trapezoidal, localizado donde antes se hallaban los Mataderos del Sur, en la intersección de las calles Caseros y Puente Alsina (fig.1). Ahora bien, esta cualidad del proyecto de Aberg y Kihlberg lo hizo particularmente interesante en un momento donde estos programas eran pensados morfológicamente como un edificio autónomo en el centro de un terreno, generalmente un panóptico, aislado del entorno por murallas, únicos elementos que materializaban los bordes del emplazamiento 3. El tema de la belleza luego lo discutiremos.
Es evidente que la propuesta no coincide con el tipo de presidio que se propugnaba desde los textos técnicos en la materia como por ejemplo el Atlas Carcelario de Ramón de la Sagra, de 1845, libro que fue vendido en Buenos Aires por la Librería Española de Don Federico Real y Prado y que fue ampliamente usado en la confección de las bases del concurso para la Penitenciaria de Buenos Aires. Pero el fallo del jurado fue adverso al proyecto presentado declarando al concurso desierto, siendo rechazado en particular el proyecto de los dos arquitectos suecos por su elevado costo, no por su falta de modernidad. Aberg y Kihlberg decidieron al menos darlo a conocer al público exhibiendo los planos y la memoria en la casa de Fusoni Hermanos y Maveroff del centro porteño, lo que era el sistema habitual en Buenos Aires para promocionar obras de arte y de arquitectura. Ernesto Bunge procedió de la misma manera pero tuvo mejor suerte al ser luego seleccionado junto a Pedro Benoit y Juan Martin Burgos para volver a presentar planos para la Penitenciaria de Buenos Aires. Bunge resultaría ganador construyéndose su proyecto en el barrio de Palermo a mediados de la década de 1870 y que se mantuvo en pie hasta la década de 1960.
El futuro seria, de todas maneras, muy próspero para Aberg. En 1874 fue nombrado Arquitecto Nacional de la República Argentina con importantes encargos en Buenos Aires como el Mausoleo del General San Martín en la Catedral Metropolitana, la Casa de Gobierno y el Hospital de Mujeres, hoy Hospital Rivadavia, entre otras obras. En 1883 participaría nuevamente de un llamado a presentación de planos para un edificio carcelario en la capital. Esto se debió a que el proceso de federalización y el traspaso de jurisdicciones iniciado en 1880 le demandaron a Buenos Aires la entrega de la Cárcel Penitenciaria y la Cárcel Correccional, las cuales pasaron a depender del Gobierno de la Nación 4. Por tal motivo se llamó a la presentación de planos para una Casa de Corrección y Trabajo con capacidad para 250 asilados 5, hecho que el diario La Nación aplaudía debido al estado deplorable de los establecimientos carcelarios de la ciudad 6. La locación fue prácticamente la misma que la propuesta anterior, al sur de la ciudad y frente a los hospitales de mujeres y hombres dementes. Área de alta densidad para edificios para la marginación de grupos sociales que, en la construcción del Estado Nacional, no tenía cabida. Nacía la escisión entre zona norte y zona sur que aún nos afecta.
Enrique Aberg presentó este proyecto en solitario porque su socio Kihlberg había regresado a Suecia en 1875, y resulta interesante porque volvemos a ver la adaptación al terreno como rasgo predominante (fig.2, 3 y 4).
Las celdas se habían dispuesto formando un triángulo que permitían tomar el encuentro entre la calle Puente Alsina y la calle San José, siendo orientados los aventanamientos hacia una calle interna formada entre el muro del edificio y el muro perimetral. Internamente todas las celdas miraban a un patio central con dos lavatorios, con la posibilidad de una ampliación a futuro quedando divido este patio en dos más pequeños. Los puestos de guardia estaban ubicados en los ángulos, situación que anulaba la posibilidad de ver sin ser visto, propia de la búsqueda del control de un gran número de personas con el mínimo número de oficiales que se lograba en los panópticos. No solo esto, sino que las celdas se habían pensado para recibir a cuatro presos en cada una, contrario a la idea del necesario aislamiento individual. En las esquinas se habían colocado dos talleres que permitían resolver los encuentros de los bloques construidos, pero de una dimensión muy pequeña en relación al número de celdas. Lo pragmático superaba lo ideal.
El proyecto se completaba con un departamento de menores y dos departamentos de mujeres separados del sector de hombres, con su propio patio y comedor, situación extraña ya que en materia penitenciaria de la época siempre se pregonaba por la separación por sexos en edificios independientes. Puede verse una diferencia de criterios que en el caso de los menores resulta en grandes salones compartidos en lugar de celdas, mientras que en el caso de las mujeres se mantiene el criterio del sector de hombres. Nuevamente la disposición hace posible a los criminales hombres y mujeres ubicados en las celdas que dan a los patios, en donde está ubicada en forma central la cocina, ver gran parte del movimiento interno del personal de la prisión. Los sectores de enfermería para hombres y mujeres fueron ubicados uno próximo a otro en lugar de separados, teniendo posibles cruces lo que siempre se ha tratado de evitar y son cosas que han sido señaladas negativamente por los jurados en otros concursos para cárceles. Da la sensación un una propuesta elemental, pobre, sencilla de construir, quizás realista, de costo realmente mínimo, de tiras de celdas entre paredes de ladrillo con la menor diferencia posible entre espacios con funciones distintas y seguramente con decoración nula. Quizás resultado a las crisis de la época, la falta de dinero y los vaivenes económicos.
Desconocemos si se presentaron otros proyectos aparte del que hemos mencionado y cuáles fueron las consideraciones de la mesa evaluadora. Aun con todas estas objeciones que hemos señalado, basándonos en los criterios utilizados para proyectar edificios carcelarios de la época, un plano de Julio de 1886 nos hace pensar que el proyecto de Aberg sí fue considerado pero para construirse por etapas (fig.5).
Quizás el Estado necesitaba una cárcel pero no podía pagar el edificio entero. En efecto, en este otro plano inédito vemos un extracto del proyecto original que permitiría el funcionamiento del establecimiento solo para hombres, con una enfermería y una cocina provisoria que se ubicaba en un sector que originalmente correspondía al departamento de menores. No se han adjuntado modificaciones correspondientes a las fachadas del proyecto reducido por lo que debieron ser aún más simples. El documento escrito entregado junto con este plano fechado el 29 de Julio hace suponer que esta adaptación fue realizada por Francesco Tamburini pese al nombre que figura en el plano, siendo que Enrique Aberg retornó a Europa tiempo antes. Sin embargo, ni el proyecto original ni su posterior adaptación fueron construidos, figurando finalmente el terreno como Plaza de los Inválidos en el plano de Buenos Aires confeccionado por F. Latzina en 1888 7.
La finalidad de mostrar este proyecto no sólo ha sido contribuir a completar el listado de las muchas obras que ideó y construyó Enrique Aberg, es claro que su inclusión no cambia sustancialmente lo que se ha dicho sobre este autor. Recordamos siempre que fue uno de los que produjo, junto a su socio, el quiebre del proceso de cambio en la arquitectura de la época de Sarmiento, la entrada del afrancesamiento, las mansardas y tantos otros elementos proyectuales y decorativos. Además este nuevo plano, obra de Aberg en el inicio y la transformación que sufre en manos de Tamburini, puede motivarnos a iniciar la búsqueda de otros ejemplos que seguramente existen que nos ayudarían a comprender de una manera más amplia, diversa y compleja un periodo de la historia de la arquitectura argentina.
REFERENCIAS
1 Aviso oficial publicado el 2 de Octubre de 1869.
2 El Nacional, 11 de Diciembre de 1869.
3 Aliata, F. (2006). La ciudad regular, Arquitectura, programas e instituciones en el Buenos Aires posrevolucionario, 1821-1835. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes – Prometeo, Pag. 133.
4 Convenio relativo a la entrega al Gobierno Nacional de la Penitenciaria y de la cárcel correccional. 28 de Diciembre de 1880. En García Basalo, J. C. (1979). Historia de la Penitenciaria de Buenos Aires (1869-1880). Buenos Aires: Editorial Penitenciaria Argentina.
5 Memoria de la Intendencia Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondiente a 1883 presentada al Honorable Concejo Deliberante. Buenos Aires, Imprenta de M. Biedma, 1884.
6 La Nación, 21 de Noviembre de 1883.
7 Nos referimos al Plano de la ciudad de Buenos Aires y de los partidos federalizados de San José de Flores y de Belgrano. 1888. Autor: F. Latzina